[Las hojas muertas...], Masaoka Shiki

domingo, 29 de noviembre de 2009


Las hojas muertas
llegan de cualquier sitio
mientras muere el otoño

Masaoka Shiki



Alberto Silva (ed.), El libro del haiku, Visor, Madrid, 2008, página 248.

[Entonces, con el crédito...], Agustín Fernández Mallo

jueves, 26 de noviembre de 2009

Entonces, con el crédito de haber accedido a una segunda vida, y quizá como folclórico rito que trae recuerdos de la primera, dieron inicio mis visitas a la tumba, lo que equivalía a decir al recuerdo del Proyecto. Solía salir al amanecer tomando el sendero que conducía directamente a la playa, acompañado por la luz de la luna si la había y por las luces titilantes de la isla que se veía en el horizonte. Iba recogiendo lo que veía, variaciones de lilas y amarillos de manzanillas que combinaba con intensos verdes; discretos ramos que yo creía dignos epitafios, y que clavaba en la tierra, a la cabecera de la tumba.

En un principio no ocurrió nada, pero a los pocos días mi ramo había desaparecido y en su lugar había otro también silvestre que yo me encargué de hacer desaparecer para clavar de nuevo otro. Esto ocurrió 3 o 4 veces.

Una mañana, yendo yo de regreso, nos cruzamos. Por sus constantes paradas y flexiones supe que él también arrancaba lo que veía. Fue uno de esos encuentros cargados de temor nervioso hasta que una vez pasado lamentas no haber exprimido del todo el azar de tus cartas. Y es que por su constante forma de repeinarse, por sus intermitentes miradas indirectas, supe que no las tenía todas consigo, que me podía haber permitido algún lujo, un insulto, una patada, un escupitajo en la cara. Ni nos rozamos. Un pequeño ramo le temblaba en la mano.

A partir de entonces él comenzó a ir por las noches, a lo que yo contesté por las tardes, y él a su vez al amanecer, y así en una continua rotación que me hizo perder un poco el sentido de los días. Esta situación se prolongó por espacio de una semana con ramos cada vez menos vistosos, surtidos de malas hierbas. Concluyó el día en que dejamos sin flores el camino. Pensé en una lengua de muerte lamiendo el reposo de la tumba; me sentí mal. A mi último manojo de mirto y cardos él ya no contestó. O sí lo hizo, pero elevando de allí en adelante el volumen de la música en su estudio.


Agustín Fernández Mallo, Nocilla Lab, Alfaguara, Madrid, 2009, pp. 139-140.

Árboles, Ben Clark

miércoles, 25 de noviembre de 2009


ÁRBOLES

Cuando a mí me explicaron la semántica
el viejo profesor nos dijo a todos:
"Quiero que se imaginen un gran árbol".
Y nosotros, que aún no conocíamos
el amor ni la pérdida, pudimos.

Y yo imaginé un pino sin saber
si aquello estaba bien, si no sería
mejor haber pensado en otra cosa;
un álamo o quizás un alcornoque.

"¿Y usted en qué ha pensado?", me tronaron.

En un pino, señor, dije afligido.

¡Ah!, dijo el profesor, meditabundo.

Y entonces escalé para escapar
del profesor, del aula y de los ojos
huecos de la semántica. Subí
hasta sentir las ramas doblegarse,
hasta sentir que el pino me advertía:

"No subas más, mejor hubieras hecho
imaginando un roble, vuelve, ¡vuelve!"
Pero yo no sabía de semántica
y ascendí hasta quedar en equilibrio,
a merced de cualquier idea o viento.

Y desde allí, por fin, los pude ver:

sonreían con miedo entre las copas;
sobre abedules, plátanos, sabinas,
magnolias, eucaliptos y secuoyas.

Y un errático punto allá en el suelo

hablaba de los árboles, del árbol,
de la significancia y de otras cosas.

Pero nadie escuchaba sus palabras.




Ben Clark, Memoría, Huacanamo, Barcelona, 2009, pp. 44-45.

El principio, Abel Murcia

sábado, 21 de noviembre de 2009


EL PRINCIPIO

Y tengo por costumbre cumplir años
todos los veintiuno de noviembre,
un hecho que comparto, a ciencia cierta,
con hombres y mujeres de los que sólo sé
que comparten conmigo el día veintuno
de algún mes de noviembre.
Hubo también un tiempo en que ese día
no tenía relación con mi presencia
e incluso otro en el que nadie sabía
que existieran los meses y que uno de ellos
se llamara noviembre,
y también otro tiempo sin días veintiuno
para medir el tiempo,
—creo haberlo leído en algún sitio,
pero recuerdo que no entendí todo—.
Y hubo tiempos sin tiempo, y hubo tiempos sin mí.
Si como todos dicen —poco importancia tiene
que hubiera algún primero—, la historia se repite,
es probable que lleguen otros tiempos
en los que yo no esté; ni yo, ni aquellos otros
que comparten conmigo los meses de noviembre
y en todos esos meses el día veintiuno,
y que a pesar de ello parecen no ser yo.

Es demasiado azar y es poca la existencia:
quizá sea un alivio saber que en esta historia
apenas si se trata de una cuestión de tiempo.

Esta noche he soñado.



Abel Murcia, Kilómetro 43, Bartleby Editores, Madrid, 2008, página 42.

[Lo que quisiera yo...], Tomás Segovia

miércoles, 18 de noviembre de 2009


Lo que quisiera yo no es acordarme
Es colgarme apoyarme aferrarme abrazarme
Sentarme encima de las viejas horas
Casi aplastarlas
Es cabalgarlas yo y que me lleven ellas
Volver a viajar en su viaje
Sacarlas ya de ese bolsillo
Donde las guardo a oscuras viviendo de migajas
Y que me digan siempre interminablemente
Que no se van a ir
Que estamos juntos para siempre
Que no me van a dejar solo
Y sobre todo por piedad que digan
Que nunca me engañaron
Ni me engañarán nunca
Que vivir era eso.



Tomás Segovia, Aluvial (Poemas 2007-2008), Pre-Textos, Valencia, 2009, página 72.

Transportes Franz Kafka, Zanasis Jatsópulos

domingo, 15 de noviembre de 2009

TRANSPORTES FRANZ KAFKA

Inscripción en un contenedor que surca la carretera. Enorme tráiler articulado con remolque doble. Solo falta la indicación: Praga. El fantasma del escritor sella el transporte (en griego, metaphora). De un país a otro. De una lengua a otra. De una cultura a otra. De una situación a otra. Y lo único que queda es un contenedor vacío. Recorre las carreteras de Europa, y por supuesto las de la antigua Mitteleuropa, con tan significativa denominación en los costados: T r a n s p o r t e s F r a n z K a f k a. La anfibología de la realidad orquestada por el azar supera toda fantasía y sorprende con un vigor subversivo, permitiendo la circulación de la propia metaphora y la del nombre del escritor.


Zanasis Jatsópulos, Verbos para la rosa, Miguel Gómez Ediciones, Málaga, 2002, página 75.

Panteón de familia [Tercetos desencadenados], José Antonio Arcediano

sábado, 14 de noviembre de 2009

[E. A. P., 1809-1849]
Vino a mí recitando el nevermore
que me asió a las entrañas de la tierra.
Nunca más el abrazo de Lenora.

***

[A. R., 1854-1891]
Perdido entre las sábanas, tan blancas,
dirimiendo una fiebre incalculable.
No ser más que la puta de Verlaine.

***

[F. P., 1888-1935]
Haciendo deshonor a mi apellido,
fui más verso que hombre, más poeta
que persona en la noche de Lisboa.

***

[F. G. L., 1898-1936]
Por la noche de Harlem sobrevuela
este pichón del Turia que te mando,
blanco, igual que los copos del amor.

***

[J. C., 1926-1967]
Todo amor es supremo, cuando amar
es caricia del ébano en la plata
y los trenes conducen al ocaso.

***

[R. C., 1938-1988]
La niebla desveló crines salvajes
y un nombre calcinado entre sus brumas,
pero su voz resiste tanta noche.

***

[J. M., 1943-1971]
El salvaje destino de las sombras
me llevó hasta una guerra singular
donde ruge el metal de los arpegios.

***

[J. B., 1966-1997]
Esculpí la palabra Mississippi
y aventuré una senda plateada
de la no-muerte hasta la eternidad.

***

[K. C., 1967-1994]
Olor agreste de la adolescencia
y una palabra sucia como pólvora
mojada en el sudor de tu gemido.



José Antonio Arcediano, La verdad del frío, La Garúa Libros, Santa Coloma de Gramanet, 2009, pp. 41-45.

[Somos niños...], Vicente Luis Mora

miércoles, 11 de noviembre de 2009


Somos niños
con un juguete
enorme,
recién desenvuelto
pero desmontado,
sin manual
de instrucciones.

Sostenemos
las piezas
en la mano,
con la sonrisa
helada,
sin saber
qué hacer
ni a quién
preguntar,
porque no hay padre.




Vicente Luis Mora, Tiempo, Pre-Textos, Valencia, 2009, página 29.

Tentativa, José Antonio Arcediano


TENTATIVA

Cuando alumbras
la saliva limítrofe de un nombre
igual que un universo en construcción,
amenazado siempre de hecatombe,
de muerte, de fracaso;
cuando ensayas el himno del perdón,
el viento aúlla entre las gárgolas
consolidando la verdad del frío.




José Antonio Arcediano, La verdad del frío, La Garúa Libros, Santa Coloma de Gramanet, 2009, página 25.

[Otoño seco...], Aurora Luque

viernes, 6 de noviembre de 2009



Otoño seco.
Será porque los charcos
son interiores.




Aurora Luque, La siesta de Epicuro, Visor, Madrid, 2008, p. 41.

[Cuando ves...], Vicente Luis Mora

jueves, 5 de noviembre de 2009



Cuando ves un edificio antiguo, o un puente
de hierro oxidado, estás viendo a la naturaleza
y al hombre trabajar juntos.




Vicente Luis Mora, Tiempo, Pre-Textos, Valencia, 2009, página 24.

7,12 p.m., Francisco Cenamor

lunes, 2 de noviembre de 2009


7,12 p.m.

El árbol en medio de la acera
está huérfano de abrazos.
Teñido por el hollín de los escapes.
No se ha parado hoy nadie a enternecerlo.

Hace frío al caer la tarde.
Los enamorados no se sientan
en aquel banco junto al árbol.

Hoy son menos verdes sus hojas,
sus yemas menos nacientes,
sus raíces menos profundas.

Es de noche.
El árbol también sueña otro mañana.



Francisco Cenamor, Casa de aire, Amargord Ediciones, Madrid, 2009, página 67.