[De nuevo...], José María Miralles Sall

miércoles, 31 de marzo de 2010
De
nuevo
hasta el cansancio subir
y alcanzar la altura y subir y no abandonar pasos
y seguir y estar siempre en los ojos
adentro de los ojos escribiéndole palabras
a los ojos y alcanzar más peldaños
a escaleras y aguantar el peso de los muros
sobre los hombros y subir
subir hasta caer subiendo y volver a ser
agujero piedra de nuevo
piedra
_______________en el vacío.


José María Miralles Sall, Cuadernos 2000-2009, Calambur, Madrid, 2009, página 158.

[En griego, «regreso» se dice...], Milan Kundera

lunes, 29 de marzo de 2010
En griego, «regreso» se dice nostos. Algos significa «sufrimiento». La nostalgia es, pues, el sufrimiento causado por el deseo incumplido de regresar. La mayoría de los europeos puede emplear para esta noción fundamental una palabra de origen griego (nostalgia) y, además, otras palabras con raíces en la lengua nacional: en español decimos «añoranza»; en portugués, saudade. En cada lengua estas palabras poseen un matiz semántico distinto. Con frecuencia tan sólo significan la tristeza causada por la imposibilidad de regresar a la propia tierra. Morriña del terruño. Morriña del hogar. En inglés sería homesickness, o en alemán Heimweh, o en holandés heimwee. Pero es una reducción espacial de esa gran noción. El islandés, una de las lenguas europeas más antiguas, distingue claramente dos términos: söknudur: nostalgia en su sentido general; y heimfra: morriña del terruño. Los checos, al lado de la palabra «nostalgia» tomada del griego, tienen para la misma noción su propio sustantivo: stesk, y su propio verbo; una de las frases de amor checas más conmovedoras es styska se mi po tobe: «te añoro; ya no puedo soportar el dolor de tu ausencia». En español, «añoranza» proviene del verbo «añorar», que proviene a su vez del catalán enyorar, derivado del verbo latino ignorare (ignorar, no saber de algo). A la luz de esta etimología, la nostalgia se nos revela como el dolor de la ignorancia. Estás lejos, y no sé qué es de ti. Mi país queda lejos, y no sé qué ocurre en él. Algunas lenguas tienen alguna dificultad con la añoranza: los franceses sólo pueden expresarla mediante la palabra de origen griego (nostalgie) y no tienen verbo; pueden decir: je m'ennuie de toi (equivalente a «te echo de menos» o «en falta»), pero esta expresión es endeble, fría, en todo caso demasiado leve para un sentimiento tan grave. Los alemanes emplean pocas veces la palabra «nostalgia» en su forma griega y prefieren decir Sehnsucht: deseo de lo que está ausente; pero Sehnsucht puede aludir tanto a lo que fue como a lo que nunca ha sido (una nueva aventura), por lo que no implica necesariamente la idea de un nostos; para incluir en la Sehnsucht la obsesión del regreso, habría que añadir un complemento: Senhsucht nach der Vergangenheit, nach der verlorenen Kindheit, o nach der ersten Liebe (deseo del pasado, de la infancia perdida o del primer amor).

La Odisea, la epopeya fundadora de la nostalgia, nació en los orígenes de la antigua cultura griega. Subrayémoslo: Ulises, el mayor aventurero de todos los tiempos, es también el mayor nostálgico. Partió (no muy complacido) a la guerra de Troya, en la que estuvo diez años. Después se apresuró a regresar a su Ítaca natal, pero las intrigas de los dioses prolongaron su periplo, primero durante tres años llenos de los más fantásticos acontecimientos, y, después, durante siete años más, que pasó en calidad de rehén y amante junto a la ninfa Calipso, quien estaba tan enamorada de él que no le dejaba abandonar la isla.

[...] Ulises vivió junto a Calipso una auténtica dolce vita, una vida fácil, una vida de alegrías. Sin embargo, entre la dolce vita en el extranjero y el arriesgado regreso al hogar eligió el regreso. A la apasionada exploración de lo desconocido (la aventura) prefirió la apoteosis de lo conocido (el regreso). A lo infinito (ya que la aventura nunca pretende tener un fin) prefirió el fin (ya que el regreso es la reconciliación con lo que la vida tiene de finito).

[...] Homero glorificó la nostalgia con una corona de laurel y estableció así una jerarquía moral de los sentimientos. En ésta, Penélope ocupa un lugar más alto, muy por encima de Calipso.

¡Calipso, ah, Calipso! Pienso muchas veces en ella. Amó a Ulises. Vivieron juntos durante siete años. No sabemos cuánto tiempo compartió Ulises su lecho con Penélope, pero seguramente no fue tanto. Aun así, se suele exaltar el dolor de Penélope y menospreciar el llanto de Calipso.




Milan Kundera, La ignorancia, Tusquets, Barcelona, 2008 (2000), pp. 11-16.

[Puente flotante...], Fujiwara no Teika

sábado, 27 de marzo de 2010
Puente flotante,
sueño roto en la noche
de primavera...
—de la cresta se apartan,
por el cielo, las nubes.
Fujiwara no Teika


Aurelio Asiain (ed.), Luna en la hierba, Hiperión, Madrid, 2007, página 97.

Estrategias, Jorge Riechmann

jueves, 25 de marzo de 2010
ESTRATEGIAS

La cuestión es si comenzamos la línea con un cero o con un uno.

El método que aconseja tomar como punto de partida la peor hipótesis posible pasa por ser racional y realista. Y en cierto sentido su racionalidad y realismo son incontestables. El problema es que semejante método nos pone en una situación en la cual la peor hipótesis posible adquiere una elevada propensión a abandonar el mundo de las hipótesis para encarnarse en el de las realidades. Los científicos sociales estudian estas profecías que arrastran consigo su propio cumplimiento.

Si trato a mi hermano como si fuese un canalla, y le hago saber que lo considero un canalla, casi con toda seguridad se comportará como un canalla. Si señalo a mi vecino que lo considero un enemigo, y actúo como si fuese un enemigo, casi con toda seguridad él obrará como mi enemigo. Si te trato como a un cadáver, sin ponerte la mano encima estoy contribuyendo a matarte. En cada caso, cargándome —eso sí— de racionalidad y realismo.

La cuestión es si comenzamos la línea con un cero o con un uno. Gandhi, antes de que comenzase la digitalización del mundo, escribió: «El socialismo comienza con el primer convencido. Si hay uno así se podrán agregar ceros al uno, y el primer cero contará por diez, y cada agregado valdrá diez veces el número anterior. Si no obstante el que comienza es cero —o, en otras palabras, nadie se atreve a empezar— la multiplicidad de ceros también producirá un valor de cero. El tiempo y el papel empleados en escribir ceros serán tan sólo desperdicios».

También se puede releer a Monatte, un sindicalista francés de comienzos de siglo: «Cuando llego a un lugar y me dicen que no se puede hacer nada, inmediatamente pienso que está todo por hacer».



Jorge Riechmann, Desandar lo andado, Hiperión, Madrid, 2001, páginas 79-80.

Escabeche, Sergi Pàmies

miércoles, 24 de marzo de 2010
ESCABECHE

Me despierto con unas ganas tremendas de llorar, pero como tengo mucho trabajo decido que ya lloraré más tarde. Salgo hacia la oficina y llego justo a tiempo para la primera reunión del día. Mientras la directora general lee un informe sobre el aumento de costes y el recorte de gastos (o viceversa), dibujo una hoz y un martillo en un bloc de notas. En el estómago sigo sintiendo una bolsa de lágrimas que, tarde o temprano, tendré que reventar. Una vez en mi despacho, les aprieto las tuercas a mis proveedores y reviso los escandallos. A las dos me pongo la americana y salgo rápidamente para no llegar tarde a la cita con la tutora de mi hijo. Llego a la escuela al mismo tiempo que mi ex. Durante la entrevista, la tutora se dirige más a mí que a ella, y eso me incomoda, aunque quizá me fijo en este detalle porque no me apetece escuchar lo que me cuenta. El niño tiene problemas, dice. Se distrae constantemente y muerde a las otras niñas, sobre todo a las —la tutora subraya el adjetivo— subsaharianas. Me comprometo a tomar medidas, aunque sé perfectamente que si el régimen de visitas dictado por el juez sólo me permite verle un fin de semana sí y otro no, no puedo hacer gran cosa. En el momento de despedirnos, mi ex y yo intentamos concretar un día para hablar del asunto con tranquilidad, pero los dos tenemos prisa y lo despachamos con un «ya nos llamaremos» poco convincente. Pese al colapso circulatorio, llego a tiempo a la presentación de un proyecto para un posible nuevo cliente. Expongo estrategias, despliego gráficos y me esfuerzo por deslumbrar al gerente de la empresa candidata a contratar nuestros servicios, que se lleva, intuyo, una buena impresión. A continuación, mi secretaria me pide consejo. Con un hilo de voz autocompasiva, me comenta que le han hecho una oferta de una multinacional y que está planteándose si es o no la oportunidad idónea para cambiar de aires. Como le deseo lo mejor, le recomiendo que acepte el trabajo. Cuando noto que eso la desconcierta, deduzco que sólo utilizaba esta oferta inexistente para conseguir, a través de mí, un aumento de sueldo. Me decepciona pero me lo callo, porque yo también debo de haberla decepcionado alguna vez. Tomo una pastilla vasodilatadora y, antes de marcharme, hablo por teléfono con mi madre («En lugar de ir el domingo, iré el sábado»), mi hermana («Te he mandado las muestras, pero me falta una que todavía no les ha llegado»), y el buzón de voz del capitán del equipo de fútbol sala de la empresa («Llevaré la pelota»). Al llegar a casa, ceno una lata de atún en escabeche y un yogur. Me tumbo en el sofá durante un rato, calculando cuántas horas faltan para el fin de semana con mi hijo. Me quito la ropa en el dormitorio. Delante del espejo, me pellizco los michelines. Me lavo los dientes y me paso un hilo dental hasta que me sangran las encías. Sentado en la cama, sopeso la posibilidad de masturbarme. Lo dejo para otra ocasión. Después de un momento de duda durante el cual me pregunto si me queda algo por hacer y me respondo que no, apago la luz, me acuesto y empiezo a llorar, con la cabeza contra la almohada, para no molestar a los vecinos.




Sergi Pàmies, Si te comes un limón sin hacer muecas, Anagrama, Barcelona, 2007, pp. 109-111.

Según la narración de los pájaros, Jorge Riechmann

domingo, 21 de marzo de 2010
Paisaje con pájaros, Lucien Freud


SEGÚN LA NARRACIÓN DE LOS PÁJAROS

En el invierno del mundo, el caminante sólo llega donde ya está.

En el verano, abandona el lugar donde nunca estuvo.



Jorge Riechmann, Desandar lo andado, Hiperión, Madrid, 2001, página 64.

[Cielo sobre Berlín], Almudena Guzmán

jueves, 18 de marzo de 2010
Cielo sobre Berlín.

Yo también estoy sola,
yo también sé que hubo un tiempo
en que los niños comían pan y manzanas,
yo también necesito un ángel
que no me deje caer
del trapecio.

(O al menos que me recoja
y se moleste en llevarme
a urgencias.)

Fotograma de Cielo sobre Berlín (1987), Wim Wenders


Almudena Guzmán, Calendario, Hiperión, Madrid, 2001, página 59.

Muy lentamente sobre mí, Blanca Andreu

domingo, 14 de marzo de 2010

MUY LENTAMENTE SOBRE MÍ

Tú, sendero mental
cinta constante
que te enarbolas y te curvas y andas
y no conoces muerte
que cruzas, pasas, corres
como el agua de Heráclito
sobre justos e injustos
con tus famosas vestiduras de oro
y de raras camadas de estrellas.
Tú, matemática joya
corazón en el pecho de las constelaciones
pulso del universo
te detestan
sólo porque sucedes
los mismos que increpan a los ríos y azotan a los mares
si naufraga su flota
te acusan porque tú no obedeces
en lugar de decirte: salve, celeste amigo
no quiero perderte
tiempo, templo de las acciones
catedral de los días
dame de ti, perfecto, extiende tus alas en el aire y vuela
muy lentamente sobre mí
tiempo
para que no muera en mí mi juventud
para que pueda hacer esto y lo otro
para saborear y contemplar
el color de los hechos
hasta conocerme
y comprender
y saber qué otra cosa significas.


Blanca Andreu, Los archivos griegos, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2010, página 43.

Turno de noche, Ángel Cerviño

sábado, 13 de marzo de 2010
TURNO DE NOCHE

el resto lo calla / sólo reclama estar soñando los sueños de otro / al principio no le di mucha importancia -afirma el demandante- me dejaba llevar / me emborrachaba de sorpresas y navegaba con el viento a favor de lo imprevisto / pero mudé de opinión cuando comprendí que tal vez otro / alguien sin duda atormentado podría encontrar grotescos los míos / o procaces / ¡tanto esfuerzo malbaratado! / o quizá un durmiente poco instruido arruine las mejores tomas dejando la privación fuera de plano /



Ángel Cerviño, El ave fénix solo caga canela (y otros poemas), DVD Ediciones, Barcelona, 2009, página 102.

Espuma, Blanca Andreu

martes, 9 de marzo de 2010
ESPUMA

Gacela blanca
vuelas
sobre el arco de la ola
como un inacabable lirio blanco
o una rosa
de sal
interminable.



Blanca Andreu, Los archivos griegos, Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2010, página 87.

Un Antikafka más, Julio Cortázar

lunes, 8 de marzo de 2010

UN ANTIKAFKA MÁS

Me apena confesar que todos mis esfuerzos han fracasado, y que después de años de lucha no he conseguido convertirme en un cocodrilo.

He agotado gota a gota las tentativas más diversas, procediendo con una paciencia de lentas patas y ojos disimulados, asomando apenas sobre el fangoso discurrir del tiempo. Al principio no me parecía demasiado imposible, iba a la orilla del río y abría la boca como si quisiera tragarme el sol. Pasaban las horas, pero el tradicional pajarillo que monda los dientes del cocodrilo no revoloteaba sobre mí. Harto de esperanza inútil me resignaba y me volvía con la cabeza gacha, como jamás hubiera vuelto un cocodrilo.

Llegué incluso a vencer mi horror al agua, esperando que la metamorfosis se cumpliera alguna vez en el elemento natural de los saurios (¡dulce nombre!). No faltarán testigos de mi tesón, enormes escarabajos negros y enloquecidas mariposas tropicales pueden dar crédito de mi ingenio, de mi lenta perseverancia en no ahogarme mientras boca arriba me aguantaba un estúpido desfile de nubes y aviones supersónicos. ¿Quién podría desmentir tanta esperanza activa y obstinada, tantas provocaciones a la rutina genética? Ni siquiera hoy, viejo y cansado, acepto la derrota. Al atardecer me asomo a los cañadones y allí, entre los juncos, acecho el paso de los cervatillos. Quizá si me abalanzara sobre uno de ellos me transformaría inmediatamente en un caimán, ¡ah el crujido de los tiernos huesos entre las multiplicaciones de mis dientes!

Pero ni siquiera hay cervatillos, empieza a hacer frío, debo volver a mi nido donde me espera indignada mi esposa; ya se sabe lo que son las lechuzas, su intemperante temperamento, el chirrido de su cólera que exalta los cementerios y echa a andar las cosas muertas, las interminables recriminaciones.


Julio Cortázar, Territorios, Siglo XXI, Madrid, 2009, páginas 95-96.

Reconciliación, Ángel Olgoso

jueves, 4 de marzo de 2010
RECONCILIACIÓN
A Antonia Pertíñez

La anciana, que había sobrevivido a sus hijos y a su esposo, se sumergía a diario en el parque como en un baño balsámico, lejos del pisito vacío, de su caja de resonancia donde aún latía vivamente el dolor y la soledad. Siempre ocupaba el mismo asiento. Semienterrada junto al respaldo del banco, una piedra rugosa, gris y salpicada de cardenillo era toda su compañía. La mujer la miraba con atención y dulzura, como a algo cuya simplicidad enternece, y le invadía entonces un sentimiento de gran sosiego, una especial ligereza de corazón, de miel que cicatriza adversidades y sella destinos comunes.

Una mañana, sin saber muy bien por qué, posó su mano sobre la piedra y, concentrando en aquel roce toda la inocencia y dignidad que llevaba, pese a todo, dentro de sí, la acarició con extrema delicadeza. Igual que la semilla no muere bajo la tierra invernal, bastó ese gesto espontáneo para que por primera vez, tras millones de años de aparente inercia, de mutismo inhumano, de naturaleza obstinada y refractaria al trato social, la piedra diera los buenos días.



Ángel Olgoso, La máquina de languidecer, Páginas de espuma, Madrid, 2009, página 65.

Corazón en la noche, Roger Wolfe

miércoles, 3 de marzo de 2010

CORAZÓN EN LA NOCHE
—Kiekegaard, Diario íntimo

Y luego,
cuando el sol entorne
su ojo escrutador,
cuando la historia
se haya terminado,
no sólo me envolveré en mi capa,
sino que me echaré la noche encima,
como un velo,
e iré a buscarte
—al acecho, como un salvaje—,
no para espiar tus pasos,
sino para escuchar los latidos
de tu corazón.


Roger Wolfe, Afuera canta un mirlo, Huacanamo, Barcelona, 2009, página 17.

Umbrales, Ángel Olgoso

lunes, 1 de marzo de 2010
UMBRALES
A Concepción Cantelar

Abro una puerta: hay cielo, espigas en los calcetines, una cometa, el aroma a madera dulce de un lápiz, canicas, cuadernos rayados, el mercurocromo que no cesa, una pulida piedrecita de playa.

Abro otra: hay renuncias, un despertador, el llanto del niño-jabato, manos sobre un cuerpo desnudo con piel de naranja sanguina, ráfagas de risa, la sirena en la fábrica, el ímpetu entendido como los rápidos de un río, una llamada de teléfono, ilusiones lastimadas.

Abro una más: hay caminos surcados y acatamientos, ritos de despedida, un banco al sol, la cal de las venas, un médico musitando algo en el pasillo blanco, recuerdos como heno quebradizo, temor.

Abro la última puerta: hay oscuridad inmaculadamente blanca.


La puerta 1, François Legrand



Ángel Olgoso, La máquina de languidecer, Páginas de espuma, Madrid, 2009, página 121.