El taxidermista, Felipe Benítez Reyes

jueves, 26 de agosto de 2010
EL TAXIDERMISTA

Alfonso Heredia fue detenido por practicar la taxidermia de forma clandestina.

En su casa, la policía encontró muchos animales disecados: palomas colipavas y torcaces, hurones y raposas, un basilisco y un tití, una oropéndola y dos esturiones... Incluso una colonia de sapitos de caña había disecado Heredia, y con sus cadáveres primorosos montó una orquesta inmóvil, cada sapo con su instrumento, y uno de pie, con batuta de director.

Un juez condenó a Heredia a prestar servicios a la comunidad y fue destinado como profesor de ciencias naturales a una clase en que los alumnos sólo se interesaban por la métrica latina, por la narratología según Todorov y, como poco, por conceptos como el de narratario intradiegético.

Ante el desdén que mostraba el alumnado por sus explicaciones, Heredia acabó disecando a poco más o menos la mitad de aquellos niños, lo que le valió una condena más llevadera que la de intentar instruir sobre el mundo animal a unos enfermos precoces de literatura.


Felipe Benítez Reyes, Formulaciones tautológicas: informes y collages, Zut Ediciones, Málaga, 2010, pp. 81-83.

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