La habitación del suicida, Wisława Szymborska

miércoles, 27 de noviembre de 2013

LA HABITACIÓN DEL SUICIDA

Seguramente crees que la habitación estaba vacía.
Pues no. Había tres sillas bien firmes.
Una lámpara buena contra la oscuridad.
Un escritorio, en el escritorio una cartera, periódicos.
Un buda despreocupado. Un cristo pensativo.
Siete elefantes para la buena suerte y en el cajón una agenda.
¿Crees que no estaban en ella nuestras direcciones?

Seguramente crees que no había libros, cuadros ni discos.
Pues sí. Había una reanimante trompeta en unas manos negras.
Saskia con una flor cordial.
Alegría, divina chispa.
Odiseo sobre el estante durmiendo un sueño reparador
tras las fatigas del canto quinto.
Moralistas,
apellidos estampados con sílabas doradas
sobre lomos bellamente curtidos.
Los políticos justo al lado se mantenían erguidos.

No parecía que de esta habitación no hubiera salida,
al menos por la puerta,
o que no tuviera alguna perspectiva, al menos desde la ventana.

Las gafas para ver a lo lejos estaban en el alféizar.
Zumbaba una mosca, o sea que aún vivía.

Seguramente crees que cuando menos la carta algo aclaraba.
Y si yo te dijera que no había ninguna carta.
Tantos de nosotros, amigos, y todos cupimos
en un sobre vacío apoyado en un vaso.


                                                                     Wisława Szymborska

2 comentarios:

Ángela Gondo dijo...

Me ha puesto un nudo en la garganta leer estas palabras.

La habitación es tan normal, tan aparentemente viva...

Magnífico texto, como todos los que dejas para nosotros.

Besos.

Raquel Vázquez dijo...

Gracias, Ángela.

Piedad Bonnett incrusta algunos de estos versos en su última novela, Lo que no tiene nombre. Tal vez podría interesarte.

http://www.alfaguara.com/es/libro/lo-que-no-tiene-nombre-3/

Un abrazo.