...Pressez jusqu'à la fin..., Iolanda Zúñiga

viernes, 19 de agosto de 2011
El camino equivocado, Louis Janmot


...PRESSEZ JUSQU’À LA FIN...

—Ave María purísima.
—Sin pecado concebida.
—Diez años confundiendo el camino. Esquivando atajos, evitando llegar a algún sitio, eludiendo afincar mi nombre en un buzón, en una localidad con algunas docenas de códigos postales. Diez años acaramelados contenidos en latones de acero cerrados a presión con el sello de Galicia calidade, adoctrinando sobre la cara sana del fracaso. El fracaso curte a uno, más que la invernía del norte. El fracaso de ser un peón de la vida, en el andamio de los de estatus medio, sin arnés, soldando las rasgaduras de lo rutinario, sin gafas que protejan la vista, o la mirada esperanzada. Un día resuelven dormir contigo el IRPF, la hipoteca, el IVA en las compresas y las subidas del crudo. Un día te das cuenta de que compras el periódico según el rito familiar, que es un miedo exclusivo a perder la tradición, pues jamás has entendido el apartado de los negocios y el de la bolsa, no te gusta el balonmano y el patinaje, te dan escalofríos las necrológicas, te malsuenan los presidentes mundiales y todo queda relegado a las columnas veloces y mediocres de escritores audaces, a la agenda del fin de semana y a los temas de sociedad, que bien podrías ver donde Mª Teresa Campos. Diez años tontos. Diez años perpleja, reciclando plásticos, vidrio y papel, en lugar de reciclar los días y su ruindad. Los mismos títulos de crédito al final de cada minuto, temporada, lustro. Tres mil cafés repartidos por mil lugares con dos mil tertulianos. Cien conversaciones recurrentes. Dos docenas de tangas en el fondo del cajón del armario esperando a que la crema anticelulítica sea efectiva. Mil cuatrocientos bastoncitos para los oídos que no evitan nuestra sordera hacia los muertos de las guerras, de los guetos, del hambre, de la vendedora de cerillas que muere cada Navidad sin que nadie pueda evitarlo. Medio millón de colillas, siendo cada una la definitiva antes de dejar el tabaco. Cincuenta currículos franqueados en la basura de los empresarios. Diez años de transbordo en los aeropuertos, sin vuelo directo ni business class. O en el tren regional, con veinte paradas en veinte aldeas fantasma. Diez años despidiendo a los que se marchan, esperando a que lleguen de vuelta del mundo y que me puedan instruir en aventuras. Como las de Willy Fog, de ochenta días netos (ochenta días brutos para los funcionarios del Estado). Algún tiempo ya hundiéndome en el sofá de la precariedad, de la decepción, el sofá que tiene al Einstein pintado por Warhol siempre partiéndose de risa y que vino de una feria del mueble de Valencia. Diez años en el compartimento estanco del anonimato, ideando un epitafio que supere al de Groucho, muriendo poco a poco, despacio, de aburrimiento. Diez años de música como coreógrafa de mis días sin noche. Diez años debatiéndome en el frigorífico de los supermercados por una u otra marca de margarina, por los plátanos del Ecuador o los de las Canarias. Diez años de aplausos a ti de mí, y a aquel. Diez años con boda, divorcio y amante. DNI, carné de conducir y pasaporte caducados, y treinta recetas por culpa de los hongos en los pies, de la anemia ferrítica, del lunar colosal en el hombro. Diez años de colas en los médicos, tiendas, carreteras, iglesias en el momento de la hostia sagrada. Colas. Diez años de gentes colándose delante de mí porque están convencidos de que su tiempo es oro, pobres. Total, para llegar un poquito antes a las sucursales de la compañía Trámites de la Vida, que o perdonan.
—Diez años confundiendo el camino...
—Reza cuatro padrenuestros y no dejes que se te cuelen delante en los próximos diez años, ni en la carnicería, en la taquilla del fútbol, ni en las ansias de vida...


Iolanda Zúñiga, Vidas Post-it, Pulp Books, Cangas do Morrazo, 2011 (2007), páginas 43-45.

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