Las ciudades continuas. 2, Italo Calvino

sábado, 29 de octubre de 2011

LAS CIUDADES CONTINUAS. 2

Si al tocar tierra en Trude no hubiese leído el nombre de la ciudad escrito en grandes letras, habría creído llegar al mismo aeropuerto del que partiera. Los suburbios que tuve que atravesar no eran diferentes de aquellos otros, con las mismas casas amarillentas y verdosas. Siguiendo las mismas flechas se bordeaban los mismos jardines de las mismas plazas. Las calles del centro exponían mercancías embalajes enseñas que no cambiaban en nada. Era la primera vez que iba a Trude, pero ya conocía el hotel donde acerté a alojarme; ya había oído y dicho mis diálogos con compradores y vendedores de chatarra; otras jornadas iguales a aquéllas habían terminado mirando a través de los mismos vasos los mismos ombligos ondulantes.
¿Por qué venir a Trude?, me preguntaba. Y ya quería irme.
—Puedes remontar vuelo cuando quieras —me dijeron—, pero llegaras a otra Trude, igual punto por punto, el mundo está cubierto de una única Trude que no empieza ni termina, sólo cambia el nombre del aeropuerto.


Italo Calvino, Las ciudades invisibles, Siruela, Madrid, 1994 (1972), p. 137.

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