[Se habla del «amor»...], Karin Boye

sábado, 31 de marzo de 2012
Los ojos cerrados, Odilon Redon


Se habla del «amor» como de un concepto romántico anticuado, pero me temo que existe a pesar de todo y que, desde el principio, contiene un elemento indescriptiblemente doloroso. Un hombre se siente atraído por una mujer, una mujer, por un hombre, y a cada paso que los acerca, pierden algo de sí mismos: una serie de derrotas donde uno esperaba victorias. Mi primer matrimonio —sin hijos y, por esa razón, nada que prolongar— supuso una degustación de esto que digo. Linda la elevó a la pesadilla. Los primeros años de nuestro matrimonio, yo tenía una pesadilla propiamente dicha, aunque entonces no la relacioné con ella: me hallaba en medio de una gran oscuridad, mientras que a mí me iluminaban fuertes focos. Notaba los Ojos mirándome desde la oscuridad y me retorcía como un gusano para liberarme, al tiempo que no podía evitar sentir más vergüenza que un perro por ir vestido de harapos indecentes. Solo más tarde comprendí que era una buena metáfora de mi relación con Linda, en la que yo me veía terriblemente transparente, aunque hacía lo imposible por salir a rastras y protegerme, en tanto que ella parecía seguir siendo la misma incógnita, maravillosa, fuerte, casi sobrehumana, pero eternamente inquietante, porque su condición misteriosa le otorgaba una ventaja detestable. Cuando se le tensaban los labios dibujando una delgada línea roja —ah, no, no era una sonrisa, ni burla ni alegría, más bien tensión, como cuando se tensa un arco; y entre tanto tenía los ojos fijos y de par en par—, en esos momentos, un escalofrío de angustia me atravesaba siempre, y ella siempre me ataba y me arrastraba con la misma crueldad, aunque yo intuía que nunca se mostraría abierta conmigo. Presumo que cabe utilizar la palabra «amor» cuando, en medio de la desesperación, nos mantenemos unidos, como si, pese a todo, pudiese producirse un milagro; cuando el dolor mismo ha adquirido valor propio y se ha convertido en el testimonio de que al menos tienes algo en común con el otro: la espera de algo que no existe.


Karin Boye, Kallocaína, Gallo Nero, Madrid, 2012, pp. 23-24.

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