Del nacimiento de la melancolía, Juan Andrés García Román

miércoles, 20 de junio de 2012
Blancanieves, Josephine Wall


DEL NACIMIENTO DE LA MELANCOLÍA
Every night she comes,
to take me out to dreamland…
TOM WAITS

—Arrimo mi hombro a tu cuerpo para que también por mí vayan las hormigas.
Eso dijiste, así fue tu principio, no brotaste
de la costilla de neón rosa de Adán,
sino de mí, como una extrema solidaridad.

Pronto estábamos en la mañana, dentro,
igual que un grupo de tai chi en un parque.
En el origen eran nuestros cuerpos
sencillos y se comprendían,
pero no me bastó y realizaba
acciones y movimientos repetitivos y distintos
para obtener un alma.

Por ejemplo, se celebró tu infancia y yo quise llegar al fondo de aquello
colocándome una acreditación de poeta para entrar.
Los poetas éramos un grupo de académicos
que no habían terminado los estudios
y por eso, en lugar de pajarita, llevábamos una larva debajo de la nuez.
En aquellos tiempos ser moderno consistía en la ironía.
(Es decir, si algo nos dolía o hacía mucho daño
procurábamos siempre aun así sonreír.)
Y tú fuiste el objeto:
—Dear little you, I’m so sorrowful sorry,
culpable como una flor de plástico en un viento de primavera.

Nos pintamos los labios y comenzamos
a besar tus cuadernos escolares tan sólo con el labio superior,
sellando tu inocencia con algo parecido a un bigote.

Yo le hablé con crueldad
a la niña que eras. Dije: —Snow White,
hoy vas a oír un cuento de verdad:
Cuando la princesa besó al sapo, éste se convirtió en un príncipe,
cuando la princesa besó al príncipe, éste se convirtió en dos príncipes
y cuando la princesa besó azorada a los dos príncipes,
todos juntos se convirtieron en un solo muerto.

También te dije que los terremotos eran el modo que tenía Dios
de mecer las cunas de los huérfanos.

Porque andaba mothertheless por el mundo
y te regalé versos que te hicieron llorar.
Pero ni siquiera tu llanto me haría abdicar
de mi nueva mirada deportiva;
en nuestra institución había un pinball
y yo te pregunté: —¿Y cuando las lágrimas
atraviesan tu rostro
y pasan justo sobre tus lunares, recibes puntos?,
dime, Snow White.

Pero Snow White no me dejó continuar.
Snow White me cogió de la mano y me enseñó a
escribir versos de ancho irregular como los cuerpos de las lombrices,

a pintarle las uñas a la mano del viejo llamador si era verano
o vestirla con un guante si hacía frío.

Snow White me llevó
al mediodía de un mar cubierto de bombos chinos.
Y cuando una mañana de marzo se derritió la nieve de la calle,
Snow White me enseñó la calavera del muñeco de nieve.
Snow White me dijo que la mujer de las piernas ortopédicas era una sirena.

Porque Snow White era una niña que decía: ¡Dios salve a la reina del panal!,
antes de comerse la cucharada de miel.

Y cuando los pájaros veían a Snow White, decían lindascosaslindascosas.

Snow White, Snow White, the little men have come to say littleiloveyou.




Juan Andrés García Román, La adoración, DVD, Barcelona, 2011, pp. 9-11.

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