[Desandar el tiempo], Isaac Rosa

viernes, 1 de noviembre de 2013


  Si hoy evocamos aquella primera vez la memoria nos burla, porque en la fotografía del recuerdo nos vemos pero no como éramos, sino como somos hoy. Con las ropas juveniles de entonces, sí, repartidos por los sofás de la planta de arriba como aquel día, pero en realidad con los cuerpos de hoy, con estos rostros que han acumulado gravedad, cansancio, desgaste; nos cuesta recordar quiénes fuimos. Tendríamos que hacer girar otra vez la moviola hacia atrás, desandar el tiempo para restaurar lo perdido y vernos como éramos. Haz la prueba, gira la manivela con fuerza y verás cómo la vida se revierte y según retroceden los años nos vamos quitando todo lo que hoy nos pesa; vemos cómo la piel se estira, borra sus manchas y recupera brillo, la carne aflojada se endurece, las ojeras se absorben, la columna vertebral se endereza, miles de pelos salen arrastrándose de los desagües para volver a ensartarse en el cuero cabelludo, el diente que alguien perdió regresa a su encía de donde expulsa al implante que se hizo pasar por él; vemos neuronas resucitar, células despertar para reconstruir músculos, huesos, órganos; la grasa se diluye en las arterias, el hollín de los pulmones se desprende y sale por las fosas nasales de vuelta a las chimeneas, tubos de escape y colillas que desde el cenicero crecen hasta volver a ser cigarrillos; litros de lágrimas evaporadas o desecadas en pañuelos y mangas se licuan y remontan a contracorriente las mejillas hasta introducirse en las glándulas lagrimales; si giras más rápido conseguirás que los hijos mengüen hasta volver al útero y se compriman en un óvulo que se reimplanta en el ovario no sin antes expulsar varias gotas de semen al exterior que se unen a toda aquella semilla dispersa por vaginas, preservativos y trozos de papel higiénico para meterse en las vergas originarias con la misma fuerza con la que un día salieron; si entre todos aceleramos la manivela conseguiremos que la habitación entera gire y en el torbellino los muertos que en estos años enterramos recompondrán sus órganos bajo tierra para salir de ataúdes y nichos sacudiéndose la tierra o, más difícil todavía, resurgirán de partículas de ceniza que desde una playa resisten el viento para volver al interior de la urna y de allí al crematorio donde el fuego los convertirá otra vez en cuerpos que al salir del horno serán llevados al hospital para abrir los ojos en una cama mientras los tumores se reducen y las células rechazan las radiaciones. Gira la habitación, el planeta entero invirtiendo su deriva para que borremos la firma de contratos de trabajo, hipotecas y libros de familia, para que deshagamos mudanzas volviendo a empaquetar todo, para que devolvamos a las fábricas y a la tierra todo lo consumido, y viajemos de espaldas por otros países dejándolos de conocer, y escupamos docenas de uvas de fin de año y vomitemos toneladas de comida y alcohol y saquemos de las venas medicamentos y sustancias tóxicas, y anulemos decisiones y revirtamos rupturas y solo así, rehaciendo todo ese camino de regreso, seríamos capaces de ser otra vez aquellos que un día se quedaron a oscuras por primera vez. Nosotros, los de entonces.


Isaac Rosa, La habitación oscura, Seix Barral, Barcelona, 2013, pp. 15-16.

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