Calmantes, Isla Correyero

jueves, 13 de marzo de 2014


Nadie puede escapar de su subjetividad. Siempre hay 
un "yo" o un "nosotros" escondido en algún lugar de un 
texto, aunque nunca aparezca el pronombre como tal.

Siri Hustvedt
CALMANTES

El dolor calma el dolor. Lo trae y se lo lleva otro dolor más fuerte y a este otro más lento y otro más asesino y otro más silencioso.

Así dolor y más dolor se van calmando unos a otros hasta llegar al punto maduro de la muerte.

Cuento mi vida porque no sé contar la vida de los otros y porque sé que en mi vida está la de los otros Y sé que mi dolor primero comenzó en la infancia perro mío que tuve un galgo velocísimo él era el aire tras la caza el galgo más querido de mi padre y mi pecho que fue deslumbradoramente muerto por un camión de la autopista Y luego el gran dolor que me calmó el dolor de esa primera muerte y tuvo el nombre de una travesía de mi casa a una casa de campo sin mi segunda madre Entré en aquella casa sin luz ni camas ni mi yaya durmiéndome en su capa de viuda ni amigos ni vecinos ni dulces ojos amados al dormirme Se pasó ese dolor a otra tristeza que me vino calmando hasta estallar en otra despedida más cruel y más grave nunca breve Errantes y aparentemente felices nos cambiamos de pueblo y una ceguera lenta se apoderó de mi niñez y de mi hermano Crecimos en pueblos y ciudades y más pueblos emigrantes dejando amigos vecinos y paisajes de fondo oscuro Y sin recuperarme de aquellos perpetuos dolores una vez y otra vez calmados por el último me llegó el sorprendido dolor de la turbia adolescencia Por aquí y por allá se me venía el amor y se me iba un contagio de amores y cadenas de tesoros azules que siempre se escapaban de mis manos Desde el norte hasta el sur tocaba fondo y me calmaba un nuevo amor sobre el dolor del otro De la primera violación al globo de la noche De la primera voluntad al terror de los partos De mi primer esposo al amargo abandono de su huida 9 meses estuve esperando a mi bebé doliéndome hasta el aire de la respiración Girando en la rueda de la noche vine a parar a un pozo de amargura cuando 12 años más tarde él se murió sin conocer a la hija descendida Después murió mi padre Su muerte y su dolor me calmaron el otro y ya este último no no me lo calma nada o acaso la escritura El dolor de escribir que dura eternamente y calma eternamente.


Isla Correyero, Género humano, Inspirar-Expirar Ediciones, Ceutí, 2014, pp. 287-288.

2 comentarios:

Auroratris dijo...

Hay vidas en las que el dolor es el protagonista. Duele vivir??
Saludos.

Raquel Vázquez dijo...

"I hurt myself today to see if I still feel. I focus on the pain, the only thing that's real..."

No tendría por qué doler siempre pero, a veces, el dolor es la mayor certeza de que sentimos; de que, a pesar de todo, seguimos estando aquí con vida.