[acaba el año], Haruki Kadokawa
miércoles, 31 de diciembre de 2014
acaba el año...
un viejo se columpia
solo, en un parque
Haruki Kadokawa
José María Bermejo (ed.), Instantes. Nueva antología del haiku japonés, Hiperión, Madrid, 2009, p. 243.
[para qué...]
martes, 30 de diciembre de 2014
para qué
tal vez podrías preguntarme para qué
sigo funámbula
en este arpegio de pensarte siempre
xilografía en abismos
como armónicos de esparto que descomponen
la piel que no llega
el vértigo vuelto astillas en los labios
al compás de prismas rotos
sobre la herida que alguna vez tallaron los relojes
sobre la herida que como un dique aún contenía la palabra tiempo
para qué
podrías preguntarme para qué
tiemblo como una trapecista
torpe tropieza con la geometría imposible de una nube
para qué tejo entre cuerpo y cielo una caligrafía
y en cada serifa cada palo
emerja la detonación de todas las frases que no puedo decirte
figuras imposibles
con el alfabeto de mi cuerpo y su sordina
un grito y su mordaza y
un graznido y su cuervo tapiando mi boca
litros de muerte arrojada en mi garganta que aún te entona por si una migaja de luz
para qué
la pregunta tú cualquiera para qué
para qué la acrobacia de kilómetros
para qué un colchón mullido en cada cifra
abrazar la felpa de una ecuación rajada
como un faquir el metal
como se abraza el óxido de un recuerdo
y cerrar los ojos para tallarte y encontrarte
la única noche parcheada en la que una paloma picotea
mi horizonte izado en lodo
mientras eres sueño siempre como un bucle lisiado
y eres eres eres
aunque sea en una lengua extinta que no aprendió a pronunciarte
para qué
para qué y en cambio
para qué
ese jilguero bajo el sol como una lágrima
para qué
la hiedra de caleidoscopio que a mediodía trepa el aire
para qué
todos los templos que despliega una canción
para qué
para qué y una vez y siempre
para qué
si no hay respuesta ni palabra cuando
para qué pensarte y saber cierto
porque existes
un lugar mejor
Paredes, Manuel Álvarez Torneiro
domingo, 28 de diciembre de 2014
Pared, Kiyoshi Saitō
PAREDES
Nas paredes hai rostros,
está o perfil da súplica,
está o oco do frío,
o xerme dun insomnio.
Está un manifesto de granito,
a osamenta dos que desesperaron
(houbo un deus de impotencias,
enmudecido,
cando o tiro de graza).
Hai manchas dunha ausencia,
voces rotas e brados
dun penúltimo instante,
perdas reiterativas.
Hai nomes propagándose:
nomes radicais. E nomes
supurando veráns, albas caídas.
E o ruinoso molde do futuro.
Contrasinal de paz foron aqueles:
antónimos do lume e da gadoupa,
os do barrio de abaixo.
Unha memoria mineral recorda:
o túnel cara á morte,
o medo esborrexendo,
o estrépito da ira;
mortos arreo e con todo o posto
unha hora antes das primeiras luces.
E aínda houbo valor para outros días.
Manuel Álvarez Torneiro, Os ángulos da brasa, Factoría K, Pontevedra, 2012, pp. 78-79.
Origen, Caro Fernández & Leo Mercado
sábado, 27 de diciembre de 2014
Tristeza (dos en bote), Nicholas Roerich
ORIGEN
Los antiguos habitantes de la Mesopotamia sostenían que el ácido de la primera cebolla domesticada, eyectado accidentalmente sobre los ojos de su cosechador, habría inventado el llanto.
Desde entonces, nos pasamos unos cinco mil años tratando de entender la tristeza.
Caro Fernández & Leo Mercado, Hacer el cuento. Microcrónicas, Macedonia, Morón, 2012.
[Si no hay sueños], Gyuuho
miércoles, 24 de diciembre de 2014
Si no hay sueños,
ni el árbol puede erguirse
en la nieve.
Gyuuho
Elena Gallego & Seiko Ota (ed.), Haikus en el corredor de la muerte, Hiperión, Madrid, 2014, p. 82.
[Tantas ilusiones...], Jorge Riechmann
lunes, 22 de diciembre de 2014
La rana que deseó ser tan grande como el buey, Marc Chagall
Tantas ilusiones
del ser humano sobre su frágil condición:
pero somos anfibios
anfibios
entre el agua y la tierra
entre la tierra y el aire
entre el aire y la letra
anfibios entre memoria y deseo
entre el dolor y la lógica
entre la luz y tus párpados
anfibios entre el tiempo irreparable que no vuelve
y la repetición de las rutinas del absurdo
o del amor
Jorge Riechmann, Historias del señor W., La Baragaña, Madrid, 2014, p. 72.
[Deseamos ser interrumpidos...], Nicholas Carr
sábado, 20 de diciembre de 2014
Niágara I, Shigeko Kubota
Deseamos ser interrumpidos, porque cada interrupción viene acompañada de una información que nos es valiosa. Apagar estas alertas nos pone en riesgo de sentirnos fuera, incluso aislados socialmente. La corriente casi continua de nueva información que bombea la Red también apela a nuestra natural tendencia a «sobrevalorar enormemente lo que nos está ocurriendo en este mismo instante», como explica el psicólogo del Union College Christopher Chabris. Estamos hambrientos de lo nuevo aun cuando sepamos que «suele tener más de trivial que de esencial».
Así que le pedimos a Internet que siga interrumpiéndonos, de formas cada vez más numerosas y variadas. Aceptamos de buen grado esta pérdida de concentración y enfoque, la división de nuestra atención y la fragmentación de nuestro pensamiento, a cambio de la información atractiva o al menos divertida que recibimos. Desconectar no es una opción que muchos consideremos.
Así que le pedimos a Internet que siga interrumpiéndonos, de formas cada vez más numerosas y variadas. Aceptamos de buen grado esta pérdida de concentración y enfoque, la división de nuestra atención y la fragmentación de nuestro pensamiento, a cambio de la información atractiva o al menos divertida que recibimos. Desconectar no es una opción que muchos consideremos.
Nicholas Carr, Superficiales: ¿Qué está haciendo Internet con nuestras mentes?, Taurus, Madrid, 2011, pp. 164-165.
Inesperado encuentro, Wisława Szymborska
lunes, 15 de diciembre de 2014
Daniel Richter
INESPERADO ENCUENTRO
Somos muy amables el uno con el otro,
decimos que es bonito encontrarse después de tantos años.
Nuestros tigres beben leche.
Nuestros azores van a pie.
Nuestros tiburones se ahogan en el agua.
Nuestros lobos bostezan ante una jaula vacía.
Nuestras víboras se han sacudido los relámpagos,
los monos, la inspiración, los pavos reales, las plumas.
¡Cuánto hace que dejaron nuestros cabellos los murciélagos!
Callamos sin acabar la frase,
sonriendo sin remedio.
Nuestras personas
no saben cómo hablarse.
Wisława Szymborska, El gran número; Fin y principio y otros poemas, Hiperión, Madrid, 2009 (1998), p. 66.
[A partir de cierto punto...], Franz Kafka
domingo, 14 de diciembre de 2014
Mar Tirreno, Priano, 1994, Hiroshi Sugimoto
A partir de cierto punto, ya no hay regreso posible. Éste es el punto a alcanzar.
Franz Kafka, Aforismos de Zürau, Sexto Piso, Madrid, 2005.
Desacostumbrarse, Erich Fried
miércoles, 10 de diciembre de 2014
Rebelión de la luna negra, Dmitry Brodetsky
DESACOSTUMBRARSE
No debo matar
no debo traicionar
Eso lo sé
Tengo que aprender una tercera cosa:
no debo acostumbrarme
Pues cuando me acostumbro
traiciono
a quienes no se acostumbran
Pues cuando me acostumbro
asesino
a quienes no se acostumbran
a la traición
y al asesinato
y al acostumbrarse
Si me acostumbro aunque sólo sea al comienzo
estoy empezando a acostumbrarme al final
Erich Fried, Amor, duelo, contradicciones, Losada, Madrid, 2005, p. 86.
Libertad para no mentir, Jorge Riechmann
domingo, 7 de diciembre de 2014
Golpe al corazón, René Magritte
LIBERTAD PARA NO MENTIR
Truncos los arcos eternos. El deseo
desjarretado. El arte estéril.
Que lo que muere ame a lo que muere:
no te dé miedo acariciar la rosa.
Jorge Riechmann, Futuralgia (Poesía reunida 1979-2000), Calambur, Madrid, 2011, p. 139.
[Las grandes declaraciones], Patrick Williams
viernes, 5 de diciembre de 2014
Silencio, Odilon Redon
Siempre ocurre lo mismo con ellos: se quieren hacer grandes declaraciones, se piensa lo que se va a decir y, luego, cuando se está cerca de ellos, no se dice nada o casi nada. Y después, cuando uno se ha ido y vuelve a pensar en esto, se da cuenta de que las grandes declaraciones ya se han hecho. Sin decir nada.
Patrick Williams, en David Le Breton, El silencio: aproximaciones, Sequitur, Madrid, 2009, p. 37.
[Las cordilleras se hunden], Raúl Zurita
miércoles, 3 de diciembre de 2014
Zdzisław Beksiński
Te palpo, te toco, y las yemas de mis dedos,
habituadas a seguir siempre las tuyas, sienten en
la oscuridad que descendemos. Han cortado todos
los puentes y las cordilleras se hunden, el Pacífico
se hunde, y sus restos caen ante nosotros como
caen los restos de nuestro corazón. Frente a la
muerte alguien nos ha hablado de la resurrección.
¿Significa eso que tus ojos vaciados verán? ¿que
mis yemas continuarán palpando las tuyas? Mis
dedos tocan en la oscuridad tus dedos y
descienden como ahora han descendido las
cumbres, el mar, como desciende nuestro amor
muerto, nuestras miradas muertas, como estas
palabras muertas. Como un campo de margaritas
que se doblan te palpo, te toco, y mis manos
buscan en la oscuridad la piel de nieve con que
quizás reviviremos. Pero no, descendidas, de las
cumbres de los Andes sólo quedan las huellas de
estas palabras, de estas páginas muertas, de un
campo largo y muerto de flores donde las
cordilleras como mortajas blancas, con nosotros
debajo y aun abrazados, se hunden.
Raúl Zurita, Inri, Visor, Madrid, 2004, p. 83.
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