[Pisando y pateando...], Senkaku

viernes, 31 de diciembre de 2010




Pisando y pateando,
sin mirar lo que deja
se marcha el año.

Sensaku






Alberto Silva (ed,), El libro del haiku, Visor, Madrid, 2008, p. 256.

El camino del muñeco de nieve, Choi Seung-Ho


EL CAMINO DEL MUÑECO DE NIEVE

Que el muñeco de hielo se derrita
significa que el muñeco de hielo se quema,
que se queme
significa que el muñeco de hielo se está volviendo ceniza.

La ceniza es agua
blanca ceniza
la ceniza que no puede volverse más blanca, es agua.

En el arroyo fluye ceniza blanca
el muñeco de nieve retumba tambor acuario
fluye por el río, el mar y la Vía Láctea.

Que fluya
significa que regresa
y el que regrese significa que en ningún lugar
puede permanecer por mucho tiempo.



Choi Seung-Ho, Autobiografía de hielo, Bajo la luna, Buenos Aires, 2010.

La trampa, Fernando Trías de Bes

miércoles, 29 de diciembre de 2010





LA TRAMPA

Érase una vez una trampa en la que todos caían debido a lo bien que el cartel advertía su peligro.











Fernando Trías de Bes, Relatos absurdos, Urano, Barcelona, 2006, página 34.

Ilustración: Jacobo Bagué

Juego de cartas, Max Aub

martes, 28 de diciembre de 2010
Dulce Tita:

Te has echado encima una tarea imposible. ¿Cómo era Máximo? De una sola manera: como creías que era. ¿Que los lunes lo veías azul, y verde los martes? Confórmate, por mucho que te digan los demás, por mucho que añadas y amontones, por mil dudas que hagan surgir para ti: era azul los lunes y verde los martes.
Ya sé que conformarse con los recuerdos no es cosa fácil. Prueba.
Te quiere

(Ilegible)



Dorotea:

¿Para qué preguntas? Fui un día a su casa citando antes a Carmen en un café del centro para estar segura de encontrarle solo. El imbécil no se dio cuenta (sabiendo lo que yo había hecho), no le pasó por las mientes que me tenía a su absoluta disposición. Era de acción retardada. Cuando se dio cuenta fue tarde y ya sin tiempo. Lo volvió a intentar, al principio me presté. Luego ya no, y eso que anduvo tras mí como animal en celo, pero entonces le tocaba a Víctor. Te acordarás; sí, mujer, tu marido.

Esperanza


Querida Nieves:

Carmen me escribió que «Máximo ha muerto». Con esas palabras empieza su carta para ver si de la impresión me iba yo también al otro mundo. Asegura que no sé lo que perdí. La que no lo sabe es ella. Jamás hubo otro como él —para mí—. Tú sola estabas en el secreto. No sé qué hacer; no me voy a volver loca —como suelen decir—, lo estoy de recordarle y saber que nunca volveré a verle pisar el umbral de tu casa. ¿Qué va a ser de mí?

Aurora



Querido Alonso:

Entre los papeles de su despacho encontré esta nota: «La rapté, la maté. No podía hace otra cosa. Se cerraba el círculo. Si no hubiese resistido, porfiada, nada hubiera pasado. Pero tal vez era necesario que sucediera lo que pasó para que yo me sucediera a mí mismo».
No tengo la menor idea de a qué y a quién se podía referir. Tú me dirás. No te preocupes: no lo aguantaba ni el sillón en el que se sentaba.

Teodoro



Max Aub, Juego de cartas, Cuadernos del vigía, Granada, 2010.

Ilustraciones: Jusep Torres Campalans

El ángel, Ángel Olgoso

sábado, 25 de diciembre de 2010
EL ÁNGEL

Dispuesto a ahorcarme, até unas tiras de sábana a los barrotes y anudé el otro extremo en torno a mi cuello de convicto reincidente. «No servirá de nada», dijo una voz. Había decidido acabar con todo, soledad, goteo del tiempo, celdas de castigo, vueltas ciegas al patio, relectura de cada libro de la biblioteca de la cárcel. «Le digo que no servirá de nada —resolpló el ángel—, aún no ha llegado la hora de recoger el conjunto de tus ruinas». Su aspecto reglamentario, como bañado en talco, y la autoridad de aquel fanal luminoso en mitad de la noche sugerían que podía no ser parte de mi instante de locura. Lo dejé hablar. En un tono de superioridad amistosa, me instruyó en el bien y el mal, aclaró que no esperaba recompensa alguna por todos sus desvelos conmigo y me reveló, incluso, la jerarquía de la Organización (nueve órdenes de tres tríadas cada una: serafines, querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades, principados, arcángeles y ángeles). Lo que me persuadió finalmente de no consumar el suicidio no fue, sin embargo, su familiaridad con mis intimidades, con mi vida de crimen y desórdenes, sino la visión de sus alas un poco maltrechas, desflecadas, y en su cuerpo las cicatrices de antiguas luchas.

El ángel, Marc Chagall


Ángel Olgoso, La máquina de languidecer, Páginas de espuma, Madrid, 2009, p. 100.

El final de la infancia, Ginés S. Cutillas

viernes, 24 de diciembre de 2010



EL FINAL DE LA INFANCIA

En el colegio lo tenían claro: los regalos de Navidad eran cosa de los padres. Pablito decía que no, que en su casa era Papá Noel quien traía los regalos en Nochebuena. Estaba tan seguro que los apostó todos con los amigos.

Aquella noche, agazapado tras el árbol, esperó con la pistola de su padre entre las manos a que apareciera un año más el hombre de rojo. Sonreía mientras imaginaba la cara de sus compañeros al día siguiente delante de los calcetines vacíos.






Ginés S. Cutillas, Un koala en el armario, Cuadernos del vigía, Granada, 2010, p. 79.

Búsqueda, Kepa Murua



BÚSQUEDA

un día vi cómo te pegabas a las sombras
con la frente, cómo no gritabas
y cómo aquello no te dolía tanto
como la eternidad

es terrible el anhelo, a menudo
una mujer nieva en penumbra
y también dijiste, un sentado beso es el dolor
y no espero en el pasillo a que me desangre




Kepa Murua, Cardiolemas, Calambur, Madrid, 2002, página 29.

Ilustración: Alfredo Fermín Cemillán (Mintxo), ibid., página 52.

El muñeco de nieve arrollado por un coche, Choi Seung-Ho

sábado, 18 de diciembre de 2010

EL MUÑECO DE NIEVE ARROLLADO POR UN COCHE

El problema es el coche. Pero, ¿por qué se esfumaría dejando arrollado al muñeco de nieve? El niño llora. El muñeco de nieve no ha muerto, tan sólo se le ha partido el cuerpo, pero le guarda rencor al coche que se escapó después de provocar el accidente. "El muñeco de nieve no muere. Mira, pequeño, el muñeco de nieve nunca morirá". El niño me mira fijamente. "Oiga, señor, el muñeco de nieve ha muerto. Vea que ha muerto porque ha dicho que no muere".




Choi Seung-Ho, Autobiografía de hielo, Bajo la luna, Buenos Aires, 2010.

La lectora, Juan Rodolfo Wilcock

miércoles, 15 de diciembre de 2010
LA LECTORA

Una gran gallina ocupa el departamento; es tan grande que, en el intento de pasar de una habitación a otra, ya ha derribado algunas puertas. No es que sea muy inquieta; es una gallina intelectual, y pasa casi todo el tiempo leyendo. De hecho, es consultora de la editorial A; el editor le manda todas las novelas que aparecen en el extranjero, y la gallina pacientemente las lee con el ojo derecho, porque no puede leer con los dos ojos al mismo tiempo: el izquierdo permanece cerrado, bajo su hermoso párpado gris aterciopelado. De tanto en tanto la gallina refunfuña algo, porque la letra es demasiado pequeña para ella; o bien hace clo-clo y bate las alas, pero nadie puede decir si lo hace de placer o de aburrimiento. De cualquier forma, cuando un libro no le gusta, la gallina intelectual se lo come; después la editorial A manda a un inspector a recoger el resto –que ella deja esparcido por toda la casa– y lo publica. Esto, en el pasado, dio origen a algunos equívocos: libros que eran encontrados dentro de un armario, cuando ya habían sido publicados por otro editor, con un éxito deplorable. No obstante esto, es la gallina más autorizada de la industria literaria.

No sabemos cómo deshacernos de ella; además de derribar las puertas nos ensucia las habitaciones; y la sirvienta amenaza con irse si no se va la gallina. Y sin embargo es un animal tan inteligente, sus juicios son tan exactos, sus costumbres tan inofensivas; a las seis de la tarde se sube a su diván, se instala, cierra los ojos y duerme, sin molestar más a nadie; ni siquiera se mueve para hacer sus necesidades. Por la mañana nos levantamos y la encontramos ya en el comedor, ocupada en leer al último ruso de Siberia o al último sudamericano. Y nunca puso un huevo.




Juan Rodolfo Wilcock, El estereoscopio de los solitarios, Edhasa, Barcelona, 2000, pp. 53-54.

Es mentira el recuerdo, Isabel Pérez Montalbán

martes, 14 de diciembre de 2010

ES MENTIRA EL RECUERDO

Todo recuerdo es niebla, gris que extravía el rumbo,
envuelve la verdad y simula una farsa:
la niebla indiferente a la luz y el taquígrafo,
la niebla que se ofrece en saldos y en burdeles
como niña que ha sido secuestrada del juego.
Así de evanescente parece lo que digo,
como foto velada o bruma en alta mar.

El recuerdo es mentira o se hace el muerto entonces.
Si a veces viene a verme, se encarna en un papel,
esquela de algún lázaro que siempre resucita,
pero ya nunca está completamente vivo;
ocupa su rincón, gravita por la atmósfera
y sabe que no puede comer con la familia.




Isabel Pérez Montalbán, Un cadáver lleno de mundo, Hiperión, Madrid, 2010.

Los amantes, Juan Rodolfo Wilcock

sábado, 11 de diciembre de 2010
Los amantes, Marc Chagall


LOS AMANTES

Harux y Harix han decidido no levantarse más de la cama: se aman locamente, y no pueden alejarse el uno del otro más de sesenta, setenta centímetros. Así que lo mejor es quedarse en la cama, lejos de las llamadas del mundo. Está todavía el teléfono, en la mesa de luz, que a veces suena interrumpiendo sus abrazos: son los parientes que llaman para saber si todo anda bien. Pero también estas llamadas telefónicas familiares se hacen cada vez más raras y lacónicas. Los amantes se levantan solamente para ir al baño, y no siempre; la cama está toda desarreglada, las sábanas gastadas, pero ellos no se dan cuenta, cada uno inmerso en la ola azul de los ojos del otro, sus miembros místicamente entrelazados.

La primera semana se alimentaron de galletitas, de las que se habían provisto abundantemente. Como se terminaron las galletitas, ahora se comen entre ellos. Anestesiados por el deseo, se arrancan grandes pedazos de carne con los dientes, entre dos besos se devoran la nariz o el dedo meñique, se beben el uno al otro la sangre; después, saciados, hacen de nuevo el amor, como pueden, y se duermen para volver a comenzar cuando se despiertan. Han perdido la cuenta de los días y de las horas. No son lindos de ver, eso es cierto, ensangrentados, descuartizados, pegajosos; pero su amor está más allá de las convenciones.



Juan Rodolfo Wilcock, El estereoscopio de los solitarios, Edhasa, Barcelona, 2000, pp. 173-174.

La forma en que afrontamos, Katherine Towers

lunes, 6 de diciembre de 2010
LA FORMA EN QUE AFRONTAMOS

la forma en que afrontamos nuestras vidas
probando cada habitación vacía como
si fueran casas que podríamos poseer
escuchando pistas a escondidas en los pasillos hasta
quedarse frente a una verja o una ventana del ático
descubriendo la belleza en una bandera del cielo
nos vamos, dejando las puertas abiertas
ardiendo todas las luces

Katherine Towers




Traducción. Texto original: "The Way We Go". Poems on the Underground

El amor que yo quería contar, Rogelio Guedea & Ocasión, Rubén Abella

sábado, 4 de diciembre de 2010

EL AMOR QUE YO QUERÍA CONTAR

Ésta quería ser una larga historia de amor, una historia de un hombre y una mujer que se conocieron un día en el centro comercial, mientras ella miraba con detenimiento unas zapatillas rojas y él, del otro lado del cristal, amorosamente, la miraba mirar. Ésta quería ser la historia de un hombre y una mujer que toda su vida ensayaron sus pasos para poderse encontrar. Quería la historia que el hombre abordara a la mujer, la invitara a un café, a un salón de baile, la invitara a amar. Quería esta larga historia que nadie estuviera detrás: ni Dios, ni el diablo, ni el azar. Sólo la mujer y el hombre saliendo del brazo, amorosamente, del centro comercial. Después vendrían los hijos, las promesas, las noches de frío, el té de las diez, los besos con sabor a lluvia. Después vendrían los paseos por el jardín, el cine, las reuniones con amigos, las breves pero sustanciosas alegrías. Hubiera sido bellísimo que el hombre la invitara a amar, pero la mujer, inesperadamente, y sin advertir la larga historia de amor que yo quería contar, se dio la media vuelta y se perdió en los pasillos del nunca jamás.


Rogelio Guedea, Cruce de vías, Menoscuarto, Palencia, 2010.

************

OCASIÓN

Al cruzarse en la calle Preciados se miraron a los ojos y supieron en el acto que estaban hechos el uno para el otro. Pero ambos tenían prisa —él iba a visitar a un cliente, ella tenía hora en la peluquería—, y tras un instante de vacilación cada cual siguió su rumbo.


Rubén Abella, Los ojos de los peces, Menoscuarto, Palencia, 2010, p. 67.

[Un experimento...], Belén Gopegui

lunes, 29 de noviembre de 2010
Un experimento consiste en provocar cierto fenómeno para estudiarlo, y ustedes se preguntarán cómo se puede provocar un hueco. También Brezo me lo preguntó. Supón, le dije, que hoy te anuncian el regreso de un viejo amigo a quien ya juzgabas irrecuperable en la distancia de otro continente. Son las ocho de la tarde, tú sales a la calle fantaseando con el encuentro, es tan incontenible tu alegría que andas riéndote en voz baja, porque en un segundo has visto tu pasado con esa persona y el futuro, la dicha de la proximidad. Subes a un autobús enumerando los sitios donde piensas llevarle, tu brazo en alto se aferra a la barra sucia, un individuo de cogote grueso te empuja contra el pecho opulento de una mujer, ella hace ostensibles gestos de molestia pero tú los ignoras, concentrada en la escena que imaginas, palpitas de puro júbilo, como si ya sintieras en tus costillas la presión del primer saludo. Mas he aquí que era todo una falsa alarma. Quien te anunció que tu amigo volvía se había confundido en la fecha o en el nombre. «Qué chasco», comentarían algunos. «Qué hueco», diría Sergio Prim. ¿Dónde estabas tú mientras planeabas el encuentro? Si contestas «en un autobús», ¿no pecas, cuando menos, de imprecisión? ¿De qué sustancia se compone, en qué lugar se ubica esa emoción que fue tuya: cuarenta y cinco minutos de felicidad concreta motivados por un acontecer ilusorio? El chasco, bien que fulminante, sucede a posteriori: afecta sólo al último minuto, no puede borrar los otros cuarenta y cuatro minutos pasados al margen de su jurisdicción. En cambio, ese espacio de tiempo contrario a la realidad de quién es, Brezo, Brezo, ¿a qué categoría pertenece?



Belén Gopegui, La escala de los mapas, Anagrama, Barcelona, 2009 (1993), pp. 109-110.

Contradicciones, Ginés S. Cutillas

miércoles, 24 de noviembre de 2010

CONTRADICCIONES



Anoche llamaron al timbre a las tres de la mañana.

Deseé que fuera ella.

No abrí por si acaso.










Ginés S. Cutillas, Un koala en el armario, Cuadernos del vigía, Granada, 2010, p. 39.

[Nunca nieva...], Bruno Mesa

domingo, 21 de noviembre de 2010





Nunca nieva en mi calle. Sólo en los libros. Voy a la biblioteca a coger un trineo.









Bruno Mesa, El libro de Fabio Montes, La Palma Editorial, Madrid, 2010, página 71.

Encuentro, Rubén Abella

jueves, 18 de noviembre de 2010

ENCUENTRO

—¿Qué tal estás? —pregunta doña Lila, y suelta el carrito de la compra para dar dos besos a doña Aurora.

—Pues la verdad es que fatal —responde doña Aurora, y cuenta que tiene la tensión por las nubes—. Y eso que estoy tomando pastillas y no pruebo la sal desde que murió Federico, Dios lo tenga en su gloria.

—Pues a mí lo que me mata es el azúcar —dice doña Lila—. ¡Con lo que a mí me gustan los dulces!

Tanto, confiesa, que hace dos domingos en casa de su hijo Germán se comió seis petisús a escondidas y casi hubo que ingresarla.

—Me puse malísima —recuerda, entrecerrando los ojos.

—Pues a mí el otro día me dio un mareo muy raro —contraataca doña Aurora—. Me hicieron un escáner y un montón de análisis y me dijeron que había tenido un amago de embolia —susurra, enfatizando las palabras clave.

Doña Lila titubea, pero enseguida vuelve a la carga.

—Pues a mí —dice—, me duelen un horror las caderas. Me han hecho radiografías y tengo la espalda llena de picos...

—Pues a raíz de lo de la embolia —la interrumpe doña Aurora—, me encontraron coágulos en el corazón. Me han puesto Sintrom, para que la sangre no esté tan espesa, aunque me han dicho que es peligroso, porque puede darme por sangrar por cualquier sitio.

Doña Lila se queda muda ante la mención del órgano rey.

—Me alegro de haberte visto —dice por fin, vencida.

Luego da dos besos a doña Aurora, agarra el carrito de la compra y se bate en retirada.



Rubén Abella, Los ojos de los peces, Menoscuarto, Palencia, 2010, pp. 43-44.

El miedo global, Eduardo Galeano

miércoles, 17 de noviembre de 2010
EL MIEDO GLOBAL

Los que trabajan tienen miedo de perder el trabajo.

Los que no trabajan tienen miedo de no encontrar nunca trabajo.

Quien no tiene miedo al hambre, tiene miedo a la comida.

Los automovilistas tienen miedo de caminar y los peatones tienen miedo de ser atropellados.

La democracia tiene miedo de recordar y el lenguaje tiene miedo de decir.

Los civiles tienen miedo a los militares, los militares tienen miedo a la falta de armas, las armas tienen miedo a la falta de guerras.

Es el tiempo del miedo.

Miedo de la mujer a la violencia del hombre y miedo del hombre a la mujer sin miedo.

Miedo a los ladrones, miedo a la policía.

Miedo a la puerta sin cerradura, al tiempo sin relojes, al niño sin televisión, miedo a la noche sin pastillas para dormir y miedo al día sin pastillas para despertar.

Miedo a la multitud, miedo a la soledad, miedo a lo que fue y a lo que puede ser, miedo de morir, miedo de vivir.

Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Siglo XXI, Madrid, 2005, página 107.

La desesperación de las letras, Ginés S. Cutillas

domingo, 14 de noviembre de 2010

LA DESESPERACIÓN DE LAS LETRAS

Estaba viendo la tele cuando oí un fuerte estruendo detrás de mí, justo en la biblioteca. Me levanté extrañado y fui a comprobar qué era. Una masa inconsistente de papel agonizaba a los pies de la estantería. La cogí entre mis manos y desmembrando sus partes pude adivinar que aquello había sido un libro, Crimen y castigo para ser exactos. No supe encontrar una explicación lógica a tan extraño incidente.

A la noche siguiente, estando de nuevo delante de la televisión, el inquietante ruido. Esta vez, irónicamente, había sido Ana Karenina quien se había convertido en un manojo de papel deforme que yacía a los pies de sus compañeros.

Unas noches más tarde me di cuenta de lo que ocurría: los libros se estaban suicidando. Al principio fueron los clásicos. Cuanto más clásico, más alta la probabilidad de estamparse contra el suelo. Después comenzaron los de filosofía, un día moría Platón y al otro Sócrates. Luego les siguieron autores contemporáneos como Hemingway, Dos Passos, Nabokov…

Mi biblioteca estaba desapareciendo a pasos agigantados. Había noches de suicidios colectivos y yo, por más que me esforzaba, no conseguía encontrar un rasgo común entre las obras kamikazes que me permitiera saber cuál iba a ser la siguiente. Una noche decidí no encender la televisión para vigilar atentamente los libros. Aquella noche no se suicidó ninguno.



Ginés S. Cutillas, Un koala en el armario, Cuadernos del vigía, Granada, 2010, pp. 71-72.

Cadena, Rubén Abella

jueves, 11 de noviembre de 2010
CADENA

León se estaba afeitando cuando su mujer le recordó que era un inútil. El dinero no alcanzaba y, además, hacía meses que no cumplía con sus deberes carnales.

—Si ya me lo decía mi madre: cuidado, Blanca, que éste de macho no tiene más que el nombre.

Tres horas después León montó en cólera porque Paloma, la becaria de la asesoría, le trajo el café frío. Aprovechó la inercia del rapapolvo para reconvenirla también por sus fotocopias ennegrecidas y su falta de garbo.

—¡Yo no sé qué os enseñan en la universidad! —exclamó, devolviéndole el vaso de plástico.

Poco antes de comer, Paloma recibió una llamada de Blas. Echaba mucho, mucho, mucho de menos a su pichoncito, dijo, y quería saber cómo estaba.

—Te he dicho muchas, muchas, muchas veces que no me llames al trabajo. A ver si en vez de echarme tanto de menos, empiezas a respetarme un poco —lo interrumpió Paloma en un susurro malhumorado, y colgó el teléfono.

A última hora de la tarde, mientras repartía pizzas en la moto, Blas estuvo a punto de chocar contra un coche mal aparcado. Para resarcirse le rayó la chapa con una moneda y escribió en el parabrisas: «APRENDE A APARCAR, MAMÓN, QUE CASI ME MATO».

Rolando se quedó atónito al cerrar la papelería y ver el coche estragado. Se montó maldiciendo en voz alta, calculando los costes del arreglo, esperando que Merche tuviera la cena lista cuando él llegase a casa. Si no, se iba a enterar.





Rubén Abella, Los ojos de los peces, Menoscuarto, Palencia, 2010, páginas 116-117.

Vista del crepúsculo, al fin del siglo; Eduardo Galeano

sábado, 6 de noviembre de 2010
VISTA DEL CREPÚSCULO, AL FIN DEL SIGLO

Está envenenada la tierra que nos entierra o destierra.
Ya no hay aire, sino desaire.
Ya no hay lluvia, sino lluvia ácida.
Ya no hay parques, sino parkings.
Ya no hay sociedades, sino sociedades anónimas.
Empresas en lugar de naciones.
Consumidores en lugar de ciudadanos.
Aglomeraciones en lugar de ciudades.
No hay personas, sino públicos.
No hay realidades, sino publicidades.
No hay visiones, sino televisiones.
Para elogiar una flor, se dice: «Parece de plástico».


Eduardo Galeano, Patas arriba. La escuela del mundo al revés, Siglo XXI, Madrid, 2005, página 288.

Azúcar quemado, Jordi Virallonga

jueves, 4 de noviembre de 2010

AZÚCAR QUEMADO

Como vas y vienes del salón al lavabo,
cruzaste países y puentes
sin haber estado nunca al otro lado de nada.

No hay más decoro que este ir y venir,
no caer antes del duodécimo asalto,
cavar trincheras en lugares
donde nunca hubo enemigos,
retrasar la muerte a cambio
de una vaguedad de victoria.

El plan es simple:
no derribar ni construir,
sólo irte deshaciendo.



Jordi Virallonga, Hace triste, DVD Ediciones, Barcelona, 2010.

Dos imanes guardados en distinta caja, David Eloy Rodríguez

viernes, 29 de octubre de 2010

DOS IMANES GUARDADOS EN DISTINTA CAJA

Como los perros se asustan de los fuegos artificiales,
deslumbrados, sin entender su lenguaje,
así escaparon ellos del amor.
Ahora viven en dos ciudades distintas
separadas por trenes, y esperan,
cada tarde, el lento correo de la lluvia.




David Eloy Rodríguez, Para nombrar una ciudad, Renacimiento, Sevilla, 2010.

El violinista azul, José Ángel García Caballero

martes, 26 de octubre de 2010
El violinista azul, Marc Chagall


EL VIOLINISTA AZUL
MARC CHAGALL
A Elena Escribano

No subo a los tejados
para esconder mi música,
ni para ver de cerca
el vuelo de los pájaros,
ni salpicar al viento
con un roce de mano.

No escapo de las calles,
ni de la madreselva
extraña y repentina
que surge entre los muros
algunas raras veces
después de haber llovido.

No me acerco a la luna para invocar promesas,
ni acompasar mis notas con un sueño lejano,
no pretendo el azul que nombra mis recuerdos,
ni este nítido polen que añoro en mi rutina.

Sólo soy alguien que busca
en su cadencia triste
la tierna imagen leve de aquello que ha dejado:
un parque, una almadraba,
una efigie de sal
fugaz, descolorida.

Porque existen palabras
que adquieren el sentido
en su desuso, acordes
que sólo son canción
en su abandono, como también esta ciudad
que sólo se vislumbra en su distancia, esquiva
a cualquier aire o dedo
que pueda deshacerla.


José Ángel García Caballero, Llaves olvidadas, Renacimiento, Sevilla, 2010, pp. 46-7.

[sólo rocío...], Kobayashi Issa

jueves, 7 de octubre de 2010



sólo rocío
es el mundo, rocío,
y sin embargo...


Kobayashi Issa




José María Bermejo (ed.), Instantes. Nueva antología del haiku japonés, Hiperión, Madrid, 2009, p. 154.

La ansiedad infinita, Julio Martínez Mesanza

martes, 5 de octubre de 2010
LA ANSIEDAD INFINITA

Duerme siempre en un carro de combate.
Su sueño es agitado, como todo
sueño en las cuadras. Duerme siempre armado
y le despiertan los caballos. Duerme
un corto sueño y otro corto sueño
y en sus sueños se adentra por los bosques
y por los rojos mares del combate.




Julio Martínez Mesanza, Soy en mayo [Antología 1982-2006], Renacimiento, Sevilla, 2007, p. 118.

Seguir un buzón, Virginia Aguilar Bautista

jueves, 30 de septiembre de 2010
SEGUIR UN BUZÓN

Hay buzones al borde
de la arcada,
pero esos no.
No esos.

Seguir un buzón
expedito, sin nombres.
Seguirlo a diario, con gafas oscuras.
Observar al cartero,
que sin mirar,
pasa de largo, dejándolo aún
más vacío.

Y seguir siguiendo,
otro día,
y otro más y seguir
custodiando una ausencia.

O escribir.


Virginia Aguilar Bautista, Seguir un buzón, Renacimiento, Sevilla, 2010, página 11.

A esta hora en que aquí no ocurre nada, Eduardo Jordá

miércoles, 29 de septiembre de 2010
A ESTA HORA EN QUE AQUÍ NO OCURRE NADA

A esta ahora en que aquí no ocurre nada,
sale la Cruz del Sur sobre un glaciar,
y un águila se posa entre las rocas,
y el viento se hace avaro entre el espliego
de un campo que no he visto, y una chica
que nunca será bella pare un niño
que vivirá muy poco. Y dos amantes,
en el inmundo cuarto de un hostal,
son dioses que conocen el amor
y el poder de engendrar el universo,
mientras bosteza un viejo ante una radio
y en otra habitación entran las moscas,
y un hombre jura amar a una mujer
a la que engaña ya con una histérica.

De fuego y hielo está hecho este mundo,
de hielo que preserva, de fuego que consume,
mientras arde la vida y funde el hielo.
Y vuelan los gorriones, y el viejo huye
hacia un lugar que sabe que no existe.
Y la luna se oculta avergonzada,
después de haberme visto, preguntándose
quién es ese insolente que la observa.
Y yo toco la tierra, preguntándome
por qué me quema tanto, si es tan fría
como un glaciar besado por la luna.




Eduardo Jordá, Pero sucede (Antología poética), Renacimiento, Sevilla, 2010, pp. 128-9.

Ordenanzas para niñas desordenadas, Virginia Aguilar Bautista

lunes, 27 de septiembre de 2010
ORDENANZAS PARA NIÑAS DESORDENADAS

Queda dicho:
Las nuevas alicias han de caer
tan sólo desde las alcantarillas
del saneamiento del municipio o
—considérese «caso excepcional»—
desde las zanjas para cableado
de red de telecomunicaciones.



Fotograma de Alicia en el país de las maravillas (2010), dir. Tim Burton


Virginia Aguilar Bautista, Seguir un buzón, Renacimiento, Sevilla, 2010, página 43.

En mitad de la noche, Eduardo Jordá

sábado, 25 de septiembre de 2010
EN MITAD DE LA NOCHE

Con dedos invisibles, por la noche,
alguien trenza de nuevo los destinos.
Recompone lo roto, le devuelve
la armonía perdida a lo imperfecto.
Cobran vida las cosas que no fueron,
y lo que el mal deshizo, vuelve a ser.
Del cerebro dañado surge un río
de aguas siempre tranquilas. De la médula
enferma crece un bosque de hayas, míralo
ahí, ahí. Lo que no tuvo forma,
lo que no llegó a ser, el niño muerto,
el destino truncado, un amor triste,
todo esto resucita en esos dedos
que vibran en la noche. Y así surge
la inconstante belleza de este mundo.
Y también la del más allá
que no conoceremos.




Eduardo Jordá, Pero sucede [Antología poética], Renacimiento, Sevilla, 2010, p. 95.

Cosecha de ángeles, Ana Blandiana

viernes, 24 de septiembre de 2010

COSECHA DE ÁNGELES

... De vez en cuando
un estampido corto
como si fuera
la caída de una fruta en la hierba,
¡Cómo pasa el tiempo!...
Han madurado ya
y empiezan a caerse los ángeles.
Hasta en el cielo es otoño.


Ana Blandiana






Darie Novăceanu (ed.), Antología de la poesía rumana contemporánea, Verbum, Madrid, 2004, p. 170.

Desde la ventanilla del bus, Claudio Bertoni

martes, 21 de septiembre de 2010
DESDE LA VENTANILLA DEL BUS

Veo unas vacas
en una cancha de fútbol

dos pasan
rozando un palo

la tercera
es gol.

Claudio Bertoni



Francisco J. Uriz (ed.), El gol nuestro de cada día: Poemas sobre fútbol, Vaso Roto, Madrid, 2010.

Concierto para unicornio y cinta magnética, Grette Tartler

lunes, 13 de septiembre de 2010
CONCIERTO PARA UNICORNIO Y CINTA MAGNÉTICA

Te asomas al escenario
pálido, temeroso y puro,
con la certidumbre del que había grabado
su propia voz anteriormente, en la cabina;
la voz del otro, sin nacer, la que llevarás
contigo durante la vida:
«Funciona la cinta, ¡playback!»
_________y tus labios
se sincronizan con la cinta celeste,
esa cinta es lo único que entiendes:
hablas de cosas que no has visto jamás,
interpretas un aria con muchos errores
en el registro superior
y ¡cuántos elogios se te brindan
por el arte de imitarte a ti mismo!
Los alacranes pululan por debajo del entarimado,
los estás pisando sin saberlo,
el telón se mueve bajo tu respiración apurada;
en el patio de butacas
una muchacha rompe a llorar
y tú estás esperando pacientemente
el merecido ramillete de cicuta.
Mas llega el día cuando la cinta se rompe.
Ahora es cuando quisiera verte:
no te queda más que gritar
con tu propia voz, la verdad.
De otro modo, serás devorado por las miradas
de los que te están esperando.
No te queda más que romper
tu propia voz para gritar la verdad.

_____________________Grette Tartler



Darie Novăceanu (ed.), Antología de la poesía rumana contemporánea, Verbum, Madrid, 2004, pp. 180-181.

Buen intento, Charles Bukowski

sábado, 11 de septiembre de 2010
BUEN INTENTO

el mejor sueño que he tenido
en la vida
podía
volar
en ese
sueño

sobrevolaba
campos y las colinas
pardas
y secas
y
allá abajo
hombres, mujeres y
niños
estaban
corriendo

y entonces
mi mecanismo
de vuelo empezó a
fallar
a vacilar
y empecé a
caer
lentamente hacia
ellos
y
levantaron las
manos
e intentaron
cogerme
pero por pura
y
detestable fuerza de voluntad
me obligué a
remontar
el vuelo
otra vez
fuera de su alcance

y con eso
se fue haciendo
cada vez más
sencillo
y volé
cada vez más
alto
a través de las nubes
hasta alcanzar
la
luz del sol.

cuando desperté
estaba en el
suelo de la celda para borrachos
de la vieja cárcel de
Lincoln Heights
en el 21 de
North Avenue
y no sólo
no tenía
alas,
lo único que tenía era
mi recibo de pertenencias
y alguien estaba
vomitando
en el
retrete.

quizá me tocara ser
ángel
en alguna otra
ocasión.



Charles Bukowski, Guerra sin cesar: poemas 1981-1984, Visor, Madrid, 2008, pp. 301-303.

Vandaveer - Divide & Conquer (2009)

jueves, 9 de septiembre de 2010
Vandaveer es un proyecto musical encabezado por Mark Charles Heidinger, que también lidera el grupo the Apparitions y esporádicamente toca el bajo en These United States. A diferencia de sus otros grupos, Vandaveer es, ante todo, un trabajo en solitario centrado en la voz de Heidinger y la guitarra acústica, y que manifiesta la influencia de emblemáticos cantautores, como Bob Dylan y Tom Waits, aunque tanto en el escenario como en el estudio de grabación a Heidinger lo acompañan varios amigos y compañeros talentosos. Para su álbum de debut, Grace & Speed (2007), entre los acompañantes de Heidinger se encontraban el guitarrista Justin Craig, el percusionista Robby Cosenza, y Chris Sullivan en el clarinete y el ukelele, mientras que el conjunto que conforma Vandaveer en directo suele incluir a la vocalista Rose Guerin y el batería Robby Catholic. ~ Mark Deming, Rovi (traducción, fuente: iTunes)
1. Fistful Of Swoon
2. Woolgathering
3. A Mighty Leviathan Of Old
4. Turpentine
5. Divide & Conquer
6. Resurrection Mary
7. Before The Great War
8. Long Lost Cause
9. The Sound & The Fury
10. Beverly Cleary's 115th Dream

Descarga (mp3, 256 kbps; fuente: rutracker.org)

_________Vandaveer - Fistful of Swoon


_________Vandaveer - Turpentine

[la luna come...], Herta Müller

lunes, 6 de septiembre de 2010



la luna come un gran albaricoque delante de la casa
en la plaza de hormigón se para algo gris un bus
un enjambre de mosquitos no sabemos exactamente
un caballo una bandada de grullas desbandada este
año o un camión de reparto a quién se le debe preguntar
el propietario tiene un clarinete y un cuchillo
por el cuello una luz intermitente y una pipeta en la
mano es acaso un ladrón un veterinario o
músico callejero tenemos que subirnos ya se
verá






Herta Müller, Los pálidos señores con tazas de moca, Ediciones de Aquí, Málaga, 2010, página 96.

Más sobre escaleras, Julio Cortázar

domingo, 5 de septiembre de 2010
MÁS SOBRE ESCALERAS

En un lugar de la bibliografía del que no quiero acordarme se explicó alguna vez que hay escaleras para subir y escaleras para bajar; lo que no se dijo entonces es que también puede haber escaleras para ir hacia atrás.

Los usuarios de estos útiles artefactos comprenderán sin excesivo esfuerzo que cualquier escalera va hacia atrás si uno la sube de espaldas, pero lo que en esos casos está por verse es el resultado de tan insólito proceso. Hágase la prueba con cualquier escalera exterior; vencido el primer sentimiento de incomodidad e incluso de vértigo, se descubrirá a cada peldaño un nuevo ámbito que si bien forma parte del ámbito del peldaño precedente, al mismo tiempo lo corrige, lo critica y lo ensancha. Piénsese que muy poco antes, la última vez que se había trepado en la forma usual por esa escalera, el mundo de atrás quedaba abolido por la escalera misma, su hipnótica sucesión de peldaños; en cambio bastará subirla de espaldas para que un horizonte limitado al comienzo por la tapia del jardín salte ahora hasta el campito de los Peñaloza, abarque luego el molino de la turca, estalle en los álamos del cementerio, y con un poco de suerte llegue hasta el horizonte de verdad, el de la definición que nos enseñaba la señorita de tercer grado. ¿Y el cielo, y las nubes? Cuéntelas cuando esté en lo más alto, bébase el cielo que le cae en plena cara desde su inmenso embudo. A lo mejor después, cuando gire en redondo y entre en el piso alto de su casa, en su vida doméstica y diaria, comprenderá que también allí había que mirar muchas cosas en esa forma, que también en una boca, un amor, una novela, había que subir hacia atrás. Pero tenga cuidado, es fácil tropezar y caerse; hay cosas que sólo se dejan ver mientras se sube hacia atrás y otras que no quieren, que tienen miedo de ese ascenso que las obliga a desnudarse tanto; obstinadas en su nivel y en su máscara se vengan cruelmente del que sube de espaldas para ver lo otro, el campito de los Peñaloza o los álamos del cementerio. Cuidado con esa silla; cuidado con esa mujer.


Julio Cortázar, Último round (Tomo II), Siglo XXI, Madrid, 2009 (1969), pp. 222-224.

Fotografías: Antonio Gálvez

Suburban war, Arcade Fire

sábado, 4 de septiembre de 2010
GUERRA SUBURBANA

Vamos a dar una vuelta en coche para ver esta noche la ciudad.
No hay nada que hacer pero no me importa cuando estoy contigo.

Esta ciudad es tan extraña, fue construida para cambiarla
y mientras dormimos sabemos que se reubican sus calles.
Con mis viejos amigos era tan distinto,
antes de que tu guerra contra los suburbios comenzara,
antes de que comenzara.

Ahora la música nos divide en tribus.
Te dejaste crecer el pelo, así que yo hice lo mismo.
Dijiste que el pasado no descansaría
hasta que saltáramos el cerco y lo dejáramos atrás.

Con mis viejos amigos
puedo recordar cuándo te cortaste el pelo.
Ya no te volví a ver.
Ahora las ciudades en las que vivimos podrían ser estrellas distantes
y te busco en cada coche que pasa.

La noche es tan larga.
Sí, la noche es tan larga.
He estado viviendo a la sombra de tu canción.

En los suburbios, yo aprendí a conducir.
Y me decías que nunca sobreviviríamos.
Así que coge las llaves de tu madre,
que esta noche nos vamos.

Pero empezaste una guerra que no podemos ganar.
Siguen borrando todas las calles en las que crecimos.
Ahora la música nos divide en tribus.
Elige tu bando, yo elegiré el mío.

Todos mis viejos amigos ya no me conocen.
Todos mis viejos amigos miran más allá de mí.
Todos mis viejos amigos ya no me conocen.
Todos mis viejos amigos esperan.



"Suburban war", Arcade Fire, The Suburbs (2010)

La novia, Felipe Benítez Reyes

martes, 31 de agosto de 2010
LA NOVIA

Dadas sus peculiaridades de carácter, a Pablo, hijo único del magistrado Ferré, le buscaron sus padres una novia invisible. La muchacha se llamaba Paulina y había nacido con aquella peculiaridad, para desconcierto de todo el gremio médico europeo de la época, al quedar proscrita la invisibilidad del ámbito de lo científico y acogida en cambio al de lo prodigioso y demoniaco.

La relación entre Pablo y Paulina tuvo, como casi todas, un comienzo apasionado, a pesar de que Pablo se pasaba la mayor parte del tiempo metido en una caja, ya que un mago de circo, bastante inexperto y además de Chiclana, le cercenó gran parte del cuerpo cuando Pablo se prestó como voluntario, en contra del criterio del magistrado Ferré, para el número de los sables. Pero llegó el momento, tal vez ineludible, en que Pablo empezó a imaginar qué cara tendría su novia, y ahí detonaron los conflictos, ya que Paulina acabó sintiendo celos de aquellas caras imaginarias que no podían ser suyas y decidió suicidarse con un trago de arsénico, aunque nunca se encontró su cadáver.




Felipe Benítez Reyes, Formulaciones tautológicas: informes y collages, Zut Ediciones, Málaga, 2010, pp. 37-39.

Si he de vivir, Julio Cortázar


SI HE DE VIVIR

Si he de vivir sin ti, que sea duro y cruento,
la sopa fría, los zapatos rotos, o que en mitad de la opulencia
se alce la rama seca de la tos, ladrándome
tu nombre deformado, las vocales de espuma, y en los dedos
se me peguen las sábanas, y nada me dé paz.
No aprenderé por eso a quererte mejor,
pero desalojado de la felicidad
sabré cuánta me dabas con solamente a veces estar cerca.
Esto creo entenderlo, pero me engaño:
hará falta la escarcha del dintel
para que el guarecido en el portal comprenda
la luz del comedor, los manteles de leche, y el aroma
del pan que pasa su morena mano por la hendija.

Tan lejos de ti
como un ojo del otro,
de esta asumida adversidad
nacerá la mirada que por fin te merezca.



Julio Cortázar, Salvo el crepúsculo, Alfaguara, Madrid, 2009 (1984), página 153.

Tristezas del hombre invisible, Leopoldo Alas

domingo, 29 de agosto de 2010
TRISTEZAS DEL HOMBRE INVISIBLE

Es inútil que en el sueño se cubra
los ojos con el brazo, si el brazo es invisible.
Los coches en la calle le pasan por encima.
Es más que un sueño. Es una pesadilla.
Cuando despierta, nada es invisible.
El reino del terror no es ese sueño.
Es la vida que lleva cuando abre los ojos.
Es no dejarse ver sin ocultarse.
Que le saluden, le hablen, le conozcan.
Pero que no le vean. Que no sepan quién es
por mucho que repitan su nombre y su apellido.
Aunque en pequeños círculos lo diga,
desde luego con amigos que entienden
o con sobrentendidos cuando solo comprenden,
lo suyo es personal y a nadie le interesa.
"A nadie, ¿lo has oído?", se increpa ante el espejo.
Intenta no mirar el hueco transparente
que tiene en la barbilla, debajo de la oreja.
Por fin lo tapa, con tirita.
Tiene más repartidas por el cuerpo
para cubrir los huecos que le salen
mientras está durmiendo. Huecos como mirillas
que dejan ver lo que hay al otro lado.
Debe taparlos todos, sin descanso,
para evitar que tantos ojos puedan
mirar en su interior y descubrir
que dentro solo hay miedo, y nada más que miedo.


Leopoldo Alas, Concierto del desorden: Poesía reunida (1981-2008), Visor, Madrid, 2009.

El taxidermista, Felipe Benítez Reyes

jueves, 26 de agosto de 2010
EL TAXIDERMISTA

Alfonso Heredia fue detenido por practicar la taxidermia de forma clandestina.

En su casa, la policía encontró muchos animales disecados: palomas colipavas y torcaces, hurones y raposas, un basilisco y un tití, una oropéndola y dos esturiones... Incluso una colonia de sapitos de caña había disecado Heredia, y con sus cadáveres primorosos montó una orquesta inmóvil, cada sapo con su instrumento, y uno de pie, con batuta de director.

Un juez condenó a Heredia a prestar servicios a la comunidad y fue destinado como profesor de ciencias naturales a una clase en que los alumnos sólo se interesaban por la métrica latina, por la narratología según Todorov y, como poco, por conceptos como el de narratario intradiegético.

Ante el desdén que mostraba el alumnado por sus explicaciones, Heredia acabó disecando a poco más o menos la mitad de aquellos niños, lo que le valió una condena más llevadera que la de intentar instruir sobre el mundo animal a unos enfermos precoces de literatura.


Felipe Benítez Reyes, Formulaciones tautológicas: informes y collages, Zut Ediciones, Málaga, 2010, pp. 81-83.

Basuras al amanecer, Joaquín Giannuzzi

BASURAS AL AMANECER

Esta madrugada, en la calle
dominado por una especie
de curiosidad sociológica
hurgué con un palo en el mundo surrealista
de algunos tachos de basura.
Comprobé que las cosas no mueren sino que son asesinadas.
Vi ultrajados papeles, cascaras de fruta, vidrios
de color inédito, extraños y atormentados metales,
trapos, huesos, polvo, sustancias inexplicables
que rechazó la vida. Me llamó la atención
el torso de una muñeca con una mancha oscura,
una especie de muerte en un campo rosado.
Parece que la cultura consiste
en martirizar a fondo la materia y empujarla
a lo largo de un intestino implacable.
Hasta consuela pensar que ni el mismo excremento
puede ser obligado a abandonar el planeta.

Joaquín Giannuzzi



Marta Ferrari (ed.), La poesía del siglo XX en Argentina, Visor, Madrid, 2010, página 194.