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miércoles, 30 de diciembre de 2015

[El silencio siempre era una cita], Javier Moreno

domingo, 27 de diciembre de 2015
 Recuerdos consumidos, Margherita Verdi


   Nuestras conversaciones se habían ido trufando de silencios, como si en realidad la base de nuestra comunicación fuese el silencio, y las palabras y su sintaxis más o menos afortunada no constituyesen sino el ornamento, la delicada moldura en un cielo raso de mutismo. Al fin y al cabo el silencio siempre era una cita y por tanto nosotros siempre estábamos citando. Citábamos la mudez del espacio exterior, la mirada desconcertada de la bestia, la quietud de la piedra; y nos citábamos a nosotros mismos en el reposo del sueño, citábamos nuestro callado odio futuro. Practicábamos con inconsciencia el idioma de los muertos.


Javier Moreno, Acontecimiento, Salto de Página, Madrid, 2015, p. 131.

[Disparate], Henry Miller

sábado, 26 de diciembre de 2015
Pura razón, René Magritte


   El término «disparate» es una de las palabras más desconcertantes de nuestro vocabulario. Sólo tiene carácter negativo, como la muerte. Nadie puede explicar un disparate: sólo puede demostrarse. Además, añadir que sentido y disparate son intercambiables no es sino complicar el asunto inútilmente. El disparate pertenece a otros mundos, a otras dimensiones, y el gesto con que lo apartamos de nosotros a veces, la finalidad con que lo desechamos, atestigua su carácter inquietante. Todo lo que no podemos incluir dentro de nuestro estrecho marco de comprensión lo rechazamos. Así, podemos ver que la profundidad y el disparate presentan ciertas afinidades insospechadas.


Henry Miller, Sexus, Edhasa, Barcelona, 2004, p. 275.
 

[En sordina], Marta Sanz

jueves, 24 de diciembre de 2015
Resistencia, Aleksandar Marković


   Si buscáramos un antónimo de claudicación, posiblemente sería resistencia. Pero los antónimos perfectos no existen y a veces para resistir hay que claudicar un poco, de la misma forma que para claudicar conviene ser fuerte. Sin heroísmos. Nos queda la esperanza de que claudicar no signifique lo mismo que resignarse y de que, cuando uno claudica porque no le queda más remedio —pagar la hipoteca, comprar el pan—, le vaya brotando en el centro de la médula espinal la preciosa y legítima semilla del rencor que, bien administrada, puede dar grandes frutos. Sigo oyendo las trompetas, pero en sordina.


Marta Sanz, No tan incendiario, Periférica, Cáceres, 2014, pp. 161-2.

[En palimpsesto...]

martes, 22 de diciembre de 2015
Árboles de otoño, Egon Schiele



En palimpsesto,
las hojas; tanta gente
hecha de otoño.

[Los hilos no se podían cortar], Edvard Munch

sábado, 19 de diciembre de 2015
Vampiro en el bosque, Edvard Munch



La oscuridad se extendió por toda la tierra
de un color violeta oscuro — yo
estaba sentado bajo un árbol — cuyas hojas
empezaban a amarillear— Ella había estado sentada
a mi lado — Había apoyado su cabeza sobre
la mía — su melena rojo sangre se había enrollado
sobre mí — se había enredado a mi alrededor
como serpientes rojo sangre — cuyos hilos más finos
se habían enmarañado en mi corazón —
luego se levantó — no sé
por qué — lentamente se alejó en dirección
al mar— alejándose cada vez más — entonces —
pasó lo extraño — sentí como si hubiera hilos invisibles
entre nosotros — sentí como si algunos de los hilos
invisibles de su pelo todavía
me rodearan — e incluso cuando desapareció
definitivamente por encima del mar — todavía sentía
dolor allí donde me sangraba
el corazón — porque los hilos
no se podían cortar
‍‍‍‍‍‍ ‍‍



Edvard Munch, El friso de la vida, Nórdica, Madrid, 2015.

[La quietud de los espejos], Javier Moreno

jueves, 17 de diciembre de 2015
 El espejo, Robert Hutinski


   La comprensión de dos seres exige a menudo una apacible contemplación. Sabemos lo que somos gracias a la quietud de los espejos.


Javier Moreno, Acontecimiento, Salto de Página, Madrid, 2015, pp. 16-17.
 

[La otra mitad], Belén Gopegui

miércoles, 16 de diciembre de 2015
22.1.2000 (Firenze), Gerhard Richter
 
 
   Verán, yo pienso que la novela del siglo XX, casi toda ella, es de una gran inverosimilitud. Y creo que la causa está relacionada con la prohibición de la política. No digo que la novela del siglo XX sea mala, pero es insuficiente. Como si hablase de un mundo donde todas las personas tienen un solo brazo y una sola pierna y un solo ojo y media nariz y donde los cristales no se rompen al caer. La novela cuenta cosas interesantes y a veces bellas o tristes o serenas sobre ese mundo, pero uno sabe que algo falla, que no están hablándole del mundo donde uno vive, y uno quiere conocer lo que le ocurre al otro ojo, a la media nariz, al otro brazo, a la otra pierna y también, dónde están los cristales que sí se rompen y qué pasa con ellos. No me creo el mundo de la mayoría de las novelas del siglo XX, no me lo creo en absoluto, aunque nadie conseguirá que diga que no me importa. Claro que me importa, claro que me interesa que las novelas me hablen de la mirada y del medio corazón y de copas que flotan en el aire. Lo que reclamo es la otra mitad. Quiero también lo que me falta.


Belén Gopegui, Un pistoletazo en medio de un concierto. Acerca de escribir de política en una novela, Editorial Complutense, Madrid, 2008, p. 28.
 

Sleep mode, Jonathan Crary

martes, 15 de diciembre de 2015
Chris Burden, Cama


   En muchos sentidos, el estatus incierto del sueño tiene que ser entendido en relación con la dinámica particular de la modernidad que ha invalidado cualquier organización de la realidad en una complementariedad binaria. La fuerza homogeneizante del capitalismo es incompatible con cualquier estructura inherente de diferenciación: sagrado/profano, carnaval/día laborable, naturaleza/cultura, máquina/organismo, y demás. Por lo tanto, cualquier noción persistente del sueño como algo natural se considera inaceptable. [...] Las investigaciones recientes han demostrado que el número de personas que se despierta durante la noche una o más veces para leer mensajes crece de modo exponencial. Una figura lingüística aplicable a las máquinas, a primera vista intrascendente aunque predominante, es la de sleep mode (modo de espera). La idea de un aparato en un estado de reposo pero todavía alerta transforma el sentido más amplio del sueño en una condición en la cual la operatividad y el acceso están simplemente diferidos o disminuidos. Se sustituye la lógica del apagado—encendido, de manera tal que nada está del todo «apagado» y no hay nunca un estado real de descanso.

Jonathan Crary, 24/7: capitalismo tardio y el fin del sueño, Ariel, Madrid, 2015, pp. 23-24.
  

14/12/95

lunes, 14 de diciembre de 2015
Gervasio Sánchez

14/12/95

   Es difícil pensar estas calles sin ruinas. Tantos años el mismo paisaje, por una guerra que, como todas por el mero hecho de empezar, se ha alargado demasiado. Ahora al fin termina. Reconstruirán la ciudad, pero no será fácil recordar cómo era, saber si podremos ya recordarla de otra forma. Lo que fue se ha desvanecido. Ahora Sarajevo es esto y otra vez van a quitárnoslo.
   También a esos niños que juegan al escondite, corriendo entre los muros derribados: la única forma en que realmente los conocen. Cómo trepará por ellos la nostalgia, si sus recuerdos sólo podrán partir desde lo devastado, si la ruina misma ya es en sí lo que se pierde. Cómo recordarán estos años, estos escombros.
   Cuando recuerden todo esto.
   Cuando recuerden aquellos que eran sus escombros.
  

[De manera natural], Svetlana Alexievich

sábado, 12 de diciembre de 2015
Árbol con alas, Anselm Kiefer


   Cada uno encontraba alguna justificación. Alguna explicación. Yo he hecho el experimento conmigo misma. Y, en una palabra, he comprendido que en la vida las cosas más terribles ocurren en silencio y de manera natural.

Zoya Danílovna Bruk,
inspectora del Servicio para la Protección de la Naturaleza


Svetlana Alexievich, Voces de Chernóbil: crónica del futuro, Siglo XXI, Madrid, 2006.

[Aproximar lo lejano], Jorge Riechmann

viernes, 11 de diciembre de 2015
Vuelta a casa, Aron Wiesenfeld

   Con sus recursos propios, metonímicos y sobre todo metafóricos, lo que la poesía hace incesantemente es aproximar lo lejano, conectar lo desconectado, establecer vínculos que antes no existían. Este trabajo de creación de vínculos, ínsito a la función poética del lenguaje, resulta profundamente perturbador para el orden de las categorías establecidas: se trata de una potencia dinámica que continuamente busca poner en movimiento lo quieto, y sin cesar desbarata los equilibrios estabilizados. [...]
   La función poética del lenguaje pone siempre en acción esa dimensión crítica. Pero se puede ir un paso más allá y señalar que igualmente pone en acción una dimensión utópica, en la medida en que remite, de alguna forma, a un profundo anhelo de comunidad. Señala un horizonte utópico de vinculación entre lo vivo y lo inanimado, entre lo visible y lo invisible, entre lo próximo y lo lejano. [...]
   Otro mundo es posible no es en primera instancia una consigna política: es la experiencia de la poesía.


Jorge Riechmann, El siglo de la gran prueba, Baile del Sol, Tegueste, 2013, pp. 28-29.

La posteridad, Sergi Pàmies

miércoles, 9 de diciembre de 2015
Takashi Kitajima


LA POSTERIDAD

   Tu funeral es la última oportunidad que tienes de mandar y organizar. Has escogido el tanatorio, el modelo de ataúd, el orden de los parlamentos, la música que sonará y los pasajes de la Biblia que leerá el sacerdote. Lo has dejado todo bien indicado en un pliegue de últimas voluntades pensado para no agobiar ni a tus hijos ni a tu tercera esposa. Te has asegurado una asistencia masiva, basada más en los compromisos que en la amistad. No has querido ser incinerado: has dejado pagada la mejor sala de velatorio y has invertido mucho dinero en la tanatoplastia que te permitirá recibir a los invitados con la manicura hecha, una expresión más amable que cuando estabas vivo y, por supuesto, el traje más caro de tus armarios. Para redactar el texto de la esquela incluso has contratado a un poeta que, en sólo tres líneas, ha resumido la consternación de tus familiares. Ninguna cita en latín. Ningún verso de un poeta nacional. Sólo un epitafio que también será esculpido sobre la lápida de una tumba a primera línea de mar. Si lo hubieras podido ver, te habrías sentido satisfecho por, una vez más, haberlo previsto todo. O casi. No podías prever que llovería a cántaros y que la gente llegaría tarde, de mal humor y con los zapatos sucios. Ni que, en el momento de interpretar el Preludio en si bemol de Blanch-Modin, a uno de los músicos se le caería accidentalmente el arco. Tampoco podías prever que la tos se contagiaría de una fila a otra, ni las veces que alguien se ha tapado la boca para ahogar un bostezo. Por no hablar de los que se han ido antes del final de la ceremonia, sin dar el pésame, corriendo hacia el parking para librarse del atasco. Si hubieras podido verlos habrías entendido muchas cosas sobre tu vida, especialmente si hubieras subido con ellos al coche y los hubieras observado, contrariados por la lluvia, poner la radio para seguir las noticias —deportivas y financieras— y, después de dos semáforos y de unos breves minutos de conducción, olvidarte para siempre.


Sergi Pàmies, Canciones de amor y de lluvia, Anagrama, Barcelona, 2014, pp. 149-150.

[Mi vida no tiene argumento...], José Ovejero

martes, 8 de diciembre de 2015
Corinne Mercadier


   Mi vida no tiene argumento. Es angustioso, no porque no sepa cómo termina, sino porque no sé en qué parte de la película me encuentro, ni siquiera puedo decir si lo que estoy viviendo ahora mismo va a desaparecer durante el montaje. ¿Y si mi vida no fuera más que esas imágenes que se eliminan porque no aportan nada a la historia?


José Ovejero, Los ángeles feroces, Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2015.

[La melodía], Edvard Munch

domingo, 6 de diciembre de 2015
Dos personas. Los solitarios, Edvard Munch

El amor es como la melodía
al final de la pieza musical —
— cada vez aparece menos
— pero aparece — una sola vez
entra la melodía con algo de la fuerza
del comienzo — luego se acaba
Como una noche en la playa
después de un día de viento —
Ves una sola ola — larga
moverse pesada cansinamente
hacia ti — no sabes si te alcanzará
— pero al final rompe contra
tus pies — y luego llega otra — y otra —
Y te embarga una tristeza suave — extraña
estás muy solo
luego la gran soledad



Edvard Munch, El friso de la vida, Nórdica, Madrid, 2015.
  

[Lo que se empeña en vivir], Christian Bobin

miércoles, 2 de diciembre de 2015
Dan Brien


   La manera más pertinente de conocer a una sociedad es mirarla a partir de los lugares donde lo humano está en vías de olvido, y orientar de ese modo el pensamiento: de abajo hacia arriba. Veríamos entonces lo que es falso, muerto, irreal, y nos quedaríamos deslumbrados por los numerosos milagros restantes —imágenes de animales, de árboles, de rostros, palabras que escapan y encantan. Porque con las sociedades pasa como con los individuos: lo real se encuentra siempre del lado de lo refractario, de lo fugitivo, de lo resistente, de todo lo que tratamos de calmar, ordenar, hacer callar, y que a pesar de todo vuelve, y vuelve de nuevo, y vuelve sin cesar —incorregible. La escritura está de ese lado. Todo lo que se empeña en vivir está de ese lado.



Christian Bobin, Autorretrato con radiador, Árdora, Madrid, 2006, p. 105. 
 

[Pieza de origami], Luigi Amara

martes, 1 de diciembre de 2015
 Las ventanas del alba, René Magritte


(Una mujer
doblando y desdoblando su sonrisa
en una hoja de papel.
Una mujer que no recuerda cómo era
aquella hermosa pieza de origami
que antes lograba sin esfuerzo).»



Luigi Amara, Nu)n(ca, Sexto Piso, Madrid, 2015, p. 32.