Mi nombre, Sandra Cisneros

jueves, 8 de marzo de 2012
Sin esperanza, Frida Kahlo

MI NOMBRE

En inglés, mi nombre sería Hope. En castellano tiene demasiadas letras. Significa tristeza, significa espera.
Es como el número nueve. Como un color turbio. Es como los discos mexicanos que pone mi padre los domingos por la mañana mientras se afeita, canciones como sollozos.
Era el nombre de mi bisabuela y ahora es el mío. También ella era una mujer caballo, nació como yo en el año chino del caballo, y se supone que eso trae mala suerte si eres mujer; aunque a mi me parece que un cuento chino, porque a los chinos, como a los mexicanos, no les gustan las mujeres fuertes.
Mi bisabuela. Me hubiera gustado conocerla, una mujer como un caballo salvaje, tan salvaje que no podía casarse. Hasta que mi bisabuelo le echó un saco a la cabeza y se la llevó. Así, como si fuera una lámpara decorativa. Así lo hizo.
Y dicen que ella nunca le perdonó. Se pasó la vida mirando por la ventana, como tantas mujeres que reposan su tristeza sobre un codo. Me pregunto si se las apañó con lo que le había tocado o si se resentía por no haber podido ser todo aquello que quiso ser. Esperanza. He heredado su nombre, pero no quiero heredar su lugar junto a la ventana.
En el colegio pronuncian mi nombre de una forma rara, como si las sílabas fueran de latón y les rascaran el techo de la boca. Pero en castellano mi nombre está hecho de algo más suave, como la plata, no tan grueso como el. nombre de mi hermana Magdalena, que es más feo que el mío. Magdalena al menos puede llegar a casa y llamarse Nenny. Pero yo siempre soy Esperanza.
Me gustaría bautizarme a mí misma con otro nombre, uno que se parezca más a mi verdadero yo, a ese yo que nadie ve. Esperanza como Lisandra o Maritza o Zeze la X. Sí. Algo como Zeze la X serviría.


Sandra Cisneros, Una casa en Mango Street, Ediciones B, Barcelona, 1992, pp. 19-20.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

No entiendo la comparación de su nombre con el nueve .

Raquel Vázquez dijo...

Creo que la relación más visible se da con el número de letras que tiene la palabra Esperanza.

También el nueve es el número más elevado de una cifra; por tanto, es el más denso, está saturado, turbio (enlazando con la siguiente comparación), al igual que el agua de los sueños, necesidades y deseos en los que tiende a beber la esperanza. El nueve es, quizás, un preludio tenso de notas disonantes, a la espera y con la esperanza de estallar en la transparencia y armonía, como era ya para los pitagóricos, del número diez.

No sé si lo habré complicado más, aunque tan sólo es la forma en que yo lo veo. Seguro que la comparación está abierta a más interpretaciones, es la suerte de que el lector cuente con la libertad implícita para aplicar a los textos su propia realidad.

Anónimo dijo...

Quizá sí, como dices, como se siente, el 9 como una máxima adolescencia antes de la edad adulta, una eterna aspiración a la plenitud decimal, de lo completo, de lo entero.