"Sí, estoy enamorada de ella", se convenció Sumire. Sin duda alguna (el hielo es, al fin y al cabo, frío, y la rosa es, al fin y al cabo, roja). Y este amor me conducirá a algún sitio. No puedo impedir que esta fuerte corriente me arrastre. Ya no tengo elección. Tal vez me lleve a un mundo especial que jamás he conocido. A un lugar lleno de peligros, quizá. Donde se esconda algo que me inflija una herida profunda, mortal. Tal vez pierda todo lo que poseo. Pero ya no puedo volver atrás. Sólo puedo abandonarme a la corriente que discurre ante mis ojos. Aunque me consuma entre las llamas, aunque desaparezca para siempre.
Su profecía -aunque esto, desde luego, sólo lo he sabido ahora- acertaba en un ciento veinte por cien.
Haruki Murakami, Sputnik, mi amor, Tusquets, Barcelona, 2008, p.32.
Su profecía -aunque esto, desde luego, sólo lo he sabido ahora- acertaba en un ciento veinte por cien.
Haruki Murakami, Sputnik, mi amor, Tusquets, Barcelona, 2008, p.32.
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