ROPA USADA II
A Edith
La cita inesperada es a las ocho. No hay tiempo para cruzar la ciudad, llegar a casa y ponerse el atuendo para la ocasión. La tienda de ropa usada, la dependienta de la lima de uñas, los colgadores atestados. A la muchacha el vestido azul se le clava en las pupilas. Pide una bolsa y va al probador. Se enfunda en la gasa trasparente. Toda ella un hálito de azul. Recoge el pelo en un moño apretado, dibuja una línea en el párpado. Sale del probador lista para la cita.
El hombre que la aguarda se levanta de su silla al verla entrar. Al hombre, el corazón le da un vuelco extraño en el pecho.
La muchacha lo observa comer ansioso. Se mira las uñas descascaradas que no van con el atuendo.
El hombre se atraganta con la carne. El color de su piel pasa del enrojecimiento profundo al gris.
La muchacha mira una vez más sus uñas y piensa molesta: «Mierda, debí haber comprado el negro».
Pía Barros, Llamadas perdidas, Thule, Barcelona, 2006, p. 54.
El hombre que la aguarda se levanta de su silla al verla entrar. Al hombre, el corazón le da un vuelco extraño en el pecho.
La muchacha lo observa comer ansioso. Se mira las uñas descascaradas que no van con el atuendo.
El hombre se atraganta con la carne. El color de su piel pasa del enrojecimiento profundo al gris.
La muchacha mira una vez más sus uñas y piensa molesta: «Mierda, debí haber comprado el negro».
Pía Barros, Llamadas perdidas, Thule, Barcelona, 2006, p. 54.
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