VIENTO DE PONIENTE
Mientras prende el crepúsculo
en la espalda de agosto su silenciosa brasa,
recogido en el cántaro que es el tiempo en la noche,
contra tu dicha escuchas
tropezar obstinados unos élitros negros.
En la corola bebe
de una luz rozagante esa fe laboriosa
que fabrica la miel de tu alegría.
Y aunque cierres los ojos, aunque no quieras verla,
en el mismo panal que alimenta tu sueño
a escondidas desova la famélica sombra.
Aunque no la merezcas,
aunque logre ahuyentarla todavía
de tu horizonte limpio ese fértil vigor
que el abono se quiere
de un cumplido clavel apretado de aroma,
un día ha de venir para quedarse,
y entonces cerrarás desarmado los ojos,
y en el reverso frío de tus párpados secos
con nitidez hiriente contemplarás al fin
el vuelo tortuoso sobre un cielo arrasado
de la negra libélula.
Vicente Gallego, Santa deriva, Visor, Madrid, 2002, p. 45.
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