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En la frialdad inhóspita de una habitación de hotel de la que me iré mañana y donde nada es mío, es donde mejor comprendo que los hombres estamos aquí de paso.
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Imposible mantener una conversación sin que el otro nos interrumpa enseguida con un inevitable "Yo...", para darnos la réplica con su ejemplo. Es decir, a lo más que podemos aspirar en eso que llamamos "diálogo" es a un intercambio ególatra de ensoñaciones en voz alta.
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No escuchar: como mucho oír; no mirar: como mucho ver; no ser: como mucho estar. Ir acostumbrándonos ya de sujetos a nuestra deshonrosa posteridad de objeto.
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Sus libros, tan eruditos, plagados de referencias, no alcanzaban la calidad de una obra personal, íntima. Eran indecentes y alborotadas casas de citas.
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Era, como toda la gente feliz, un enigma total para sí mismo.
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En el rincón de Poesía de cualquier librería sólo pulula ese arrogante autor novel que descubre, rendido, cómo tampoco allí venden su libro.
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Hitler (pintor) y Charles Manson (cantautor) fueron ante todo aspirantes a artistas con oportunidad de acceso a la venganza: nada es más peligroso que el ego de un creador herido -sea o no bueno, eso no importa aquí. Diagnosticado el vampirismo psíquico de Chaplin y Picasso en sus círculos más íntimos, nos alegramos profundamente de que se realizaran con su obra.
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"¿Pero usted quién es?"
Y tras mucho pensarlo sólo pude facilitarles temblando mi nombre, mi edad, y mi DNI. (Les pareció suficiente.)
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Me dijo sabiamente antes de que yo también le traicionara: "Podrás contar a tus verdaderos amigos con los dedos de un muñón."
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Primer día en la Escuela Oficial de Idiomas:
"C'est bon, on va faire les présentations. Qui êtes-vous, et pourquoi êtes-vous ici?
-Escuche, lo ignoro en mi idioma, ¡no pretenderá que improvise virguerías ontológicas en gabacho!"
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Se te reprocha haber cometido a lo largo de tu vida "demasiados errores estúpidos". Esto te duele profundamente. Es cierto que aspiras secretamente a convertirte en un especialista, a erigirte sin discusión alguna en el gurú del Error, pero, eso sí, siempre del error inteligente.
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Colmo del taedium vitae: llevo la vida entera con sensación de déjà vu...
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Acabar de una vez con la mala reputación de las tinieblas: sólo la luz tiene la culpa de los horrores que nuestra retina acumula, sólo ella se ha preocupado de ofrecernos íntegra la parafernalia escabrosa del detalle.
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Esos momentos de hastío definitivo en que miramos el reloj y hasta parece que los segundos se empeñan en pasar más lentos, exigiéndonos su derecho a estirar su vida de segundo todo lo que el tiempo les permita...
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¡Por suerte he alcanzado la Cima! ¡Qué insignificantes y viles me parecen los otros, allí abajo! Henchido de orgullo, levanto la tapadera de la alcantarilla, y huyo.
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He logrado al fin abandonar la pintura, la escultura, todas mis vocaciones plásticas. Necesito ahora tener la fuerza suficiente para levantar esta pluma y dejar también de
Gonzalo Zona, Injertos, Devenir, Madrid, 2008.
1 comentarios:
Interesante. Me recuerda en la acidez a José Luis Moreno Ruiz o Roger Wolfe.
Puede haber una tercera.
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