EL AMOR QUE YO QUERÍA CONTAR
Ésta quería ser una larga historia de amor, una historia de un hombre y una mujer que se conocieron un día en el centro comercial, mientras ella miraba con detenimiento unas zapatillas rojas y él, del otro lado del cristal, amorosamente, la miraba mirar. Ésta quería ser la historia de un hombre y una mujer que toda su vida ensayaron sus pasos para poderse encontrar. Quería la historia que el hombre abordara a la mujer, la invitara a un café, a un salón de baile, la invitara a amar. Quería esta larga historia que nadie estuviera detrás: ni Dios, ni el diablo, ni el azar. Sólo la mujer y el hombre saliendo del brazo, amorosamente, del centro comercial. Después vendrían los hijos, las promesas, las noches de frío, el té de las diez, los besos con sabor a lluvia. Después vendrían los paseos por el jardín, el cine, las reuniones con amigos, las breves pero sustanciosas alegrías. Hubiera sido bellísimo que el hombre la invitara a amar, pero la mujer, inesperadamente, y sin advertir la larga historia de amor que yo quería contar, se dio la media vuelta y se perdió en los pasillos del nunca jamás.
Rogelio Guedea, Cruce de vías, Menoscuarto, Palencia, 2010.
OCASIÓN
Al cruzarse en la calle Preciados se miraron a los ojos y supieron en el acto que estaban hechos el uno para el otro. Pero ambos tenían prisa —él iba a visitar a un cliente, ella tenía hora en la peluquería—, y tras un instante de vacilación cada cual siguió su rumbo.
Rubén Abella, Los ojos de los peces, Menoscuarto, Palencia, 2010, p. 67.
Ésta quería ser una larga historia de amor, una historia de un hombre y una mujer que se conocieron un día en el centro comercial, mientras ella miraba con detenimiento unas zapatillas rojas y él, del otro lado del cristal, amorosamente, la miraba mirar. Ésta quería ser la historia de un hombre y una mujer que toda su vida ensayaron sus pasos para poderse encontrar. Quería la historia que el hombre abordara a la mujer, la invitara a un café, a un salón de baile, la invitara a amar. Quería esta larga historia que nadie estuviera detrás: ni Dios, ni el diablo, ni el azar. Sólo la mujer y el hombre saliendo del brazo, amorosamente, del centro comercial. Después vendrían los hijos, las promesas, las noches de frío, el té de las diez, los besos con sabor a lluvia. Después vendrían los paseos por el jardín, el cine, las reuniones con amigos, las breves pero sustanciosas alegrías. Hubiera sido bellísimo que el hombre la invitara a amar, pero la mujer, inesperadamente, y sin advertir la larga historia de amor que yo quería contar, se dio la media vuelta y se perdió en los pasillos del nunca jamás.
Rogelio Guedea, Cruce de vías, Menoscuarto, Palencia, 2010.
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OCASIÓN
Al cruzarse en la calle Preciados se miraron a los ojos y supieron en el acto que estaban hechos el uno para el otro. Pero ambos tenían prisa —él iba a visitar a un cliente, ella tenía hora en la peluquería—, y tras un instante de vacilación cada cual siguió su rumbo.
Rubén Abella, Los ojos de los peces, Menoscuarto, Palencia, 2010, p. 67.
2 comentarios:
Temáticamente encaja el microrrelato Desencuentros de MV.
Es verdad, también podía estar incluido ese escritor.
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