Norte Sur, Joan Miró
—A veces aconsejamos a los demás que hagan justo aquello que hemos hecho nosotros y nos ha vuelto desgraciados.
—Te ha quedado muy bien. ¿De quién es la frase?
—Creo que mía. Pero no estoy seguro.
—Un poco dura, dadas las circunstancias.
—Las circunstancias son una mierda.
—¿Sabes lo que encontré el otro día en un cajón? Una caja de píldoras anticonceptivas. Ni la había abierto. Y ¿sabes lo que encontré unos días antes? La tarjeta de embarque del último viaje de vacaciones que he hecho. Han pasado tres años. No creas que aspiro a mucho. A estar con alguien, hombre, mujer o perro, sentir que las cosas que me pasan no me pasan a mí sola.
—Un perro no sería complicado.
—Vale, tacha el perro. O al menos estar sola por decisión propia.
Me levanto sin pensarlo y voy hacia ella. Ya se han encendido todas las luces alrededor y el perfil de las montañas se ha fundido con la noche.
—Pero no lo has decidido aún.
Sacude la cabeza muy seria, toda ojos y ceño fruncido, toda pesar y dientes apretados. La abrazo. Su cuerpo se tensa ligeramente y estoy seguro de que me va a rechazar, pero poco a poco se ablanda, se abandona y olvida, me acepta al menos para apoyarse y descansar unos segundos en los que ella mira al sur y yo al norte, pero tengo la impresión de que estamos viendo lo mismo.
—Te ha quedado muy bien. ¿De quién es la frase?
—Creo que mía. Pero no estoy seguro.
—Un poco dura, dadas las circunstancias.
—Las circunstancias son una mierda.
—¿Sabes lo que encontré el otro día en un cajón? Una caja de píldoras anticonceptivas. Ni la había abierto. Y ¿sabes lo que encontré unos días antes? La tarjeta de embarque del último viaje de vacaciones que he hecho. Han pasado tres años. No creas que aspiro a mucho. A estar con alguien, hombre, mujer o perro, sentir que las cosas que me pasan no me pasan a mí sola.
—Un perro no sería complicado.
—Vale, tacha el perro. O al menos estar sola por decisión propia.
Me levanto sin pensarlo y voy hacia ella. Ya se han encendido todas las luces alrededor y el perfil de las montañas se ha fundido con la noche.
—Pero no lo has decidido aún.
Sacude la cabeza muy seria, toda ojos y ceño fruncido, toda pesar y dientes apretados. La abrazo. Su cuerpo se tensa ligeramente y estoy seguro de que me va a rechazar, pero poco a poco se ablanda, se abandona y olvida, me acepta al menos para apoyarse y descansar unos segundos en los que ella mira al sur y yo al norte, pero tengo la impresión de que estamos viendo lo mismo.
José Ovejero, La invención del amor, Alfaguara, Madrid, 2013, pp. 140-141.
3 comentarios:
Me gusta, destila realidad.
Saludos.
Reconozco la sensación en cada párrafo.
Tenía curiosidad por leer el libro. Ahora es inevitable que lo haga.
Besos Raquel.
Aurora, Ángela: El libro tiene algunos fragmentos en los que, como éste, no es difícil llegar a sentirnos retratados en sus personajes. Lo difícil, el acierto del autor en elegir las palabras precisas para lograrlo. No es una novela brillante: una historia un tanto irregular que avanza, más bien, a través de pequeños destellos; aunque con la fuerza suficiente como para hacer de la novela una lectura recomendable.
Gracias por vuestros comentarios. Abrazos.
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