La carta escondida, Kay Sage
[...] el dolor se vuelve crónico. Engullido por la vida diaria, uno deja de saber cuáles son las heridas. Pero están ahí. Así son las heridas: no se pueden coger y mostrar; las únicas que se pueden mostrar son las heridas menores.
Haruki Murakami, Baila, baila, baila, Tusquets, Barcelona, 2012, p. 72.
1 comentarios:
Exhibimos los arañazos como heridas de guerra, pero las profundas nos la callamos y las lloramos en soledad.
Besos.
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