CONTRA LA PARED
Ahora que atardece y es otoño
y siento el peso justo
del tiempo entre mis dedos.
Ahora, en esta isla,
en la vida desierta que me cerca
y contra grises muros me coloca
ya de nada me sirven
espejos, piedras, flores,
venenos deliciosos,
desgastadas estrellas,
maderas que pudrieron los mares y el recuerdo.
Me queda solamente
esta terca costumbre:
aguardar toda luna primera,
el empeño malsano
de andar estremecida
ante el viento contrario,
aceptar como a un viejo conocido
el rostro inexorable de la vida,
aunque a veces se vista de naufragio.
Trinidad Gan, Fin de fuga, Visor, Madrid, 2008, p. 41.
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