y habrá que comenzar pronto a olvidarlo,
cansa ya tanta fecha, hasta su peso cansa
como cansan finalmente las quejas, quizá no sean
culpables, sabemos nuestra edad pero nada sabemos
de la edad que tendríamos si quitáramos daños
a la edad que tenemos, quizá la misma edad, quizá mayor
uno envejece tanto cuando es gris,
cuando no pasa nada, cuando sólo la oveja de los miércoles
sucede en el rebaño a la oveja del martes
y ésta precede siempre a la del lunes
y así hasta que un día
el pastor del domingo se pregunta
qué hará él allá en medio vigilando la paz
cuando tanto echa en falta
la llegada del miedo, provocarlo o tenerlo,
la edad que es siempre un barrio en las afueras
de nosotros mismos, el menos conocido,
quizá porque no acaba jamás
de construirse, quizá porque te aguarda
como boca de lobo, quizá porque no quieres
llegar así a los jueves
Fernando Beltrán, El corazón no muere, Hiperión, Madrid, 2006, página 47.
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