Hoy jugaría a la ruleta rusa:
sería tan sencillo desenfundar revólveres,
elegir el calibre
que mejor se adaptara a mi fracaso
y apretar el gatillo
como quien se lanzase de cabeza
a un mar en donde acechan tiburones.
De nada sirve rellenar cuartillas
y más viejas cuartillas
que hacen alusión a mi nostalgia.
Y si hoy jugase a la ruleta rusa,
haría jugar en círculos exactos
esa posible bala con pasaje
a una región de tonos buganvilla.
Porque hoy se desploma mi tristeza
sobre inhóspitos lechos,
y me hiere con todas sus escamas.
Verónica Aranda, Tatuaje, Hiperión, Madrid, 2005, página 35.
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