LA FERIA DE LOS MILAGROS
Un milagro corriente:
que se produzcan tantos milagros corrientes.
Un milagro ordinario:
el ladrido de los perros invisibles
en el silencio de la noche.
Un milagro del montón:
una nube menuda y ligera,
capaz de tapar la luna llena y compacta.
Muchos milagros en uno:
un aliso que se refleja en el agua
y que se vea invertido de izquierda a derecha
y que crezca allá con la copa hacia abajo
y que no llegue al fondo
pese a la poca profundidad del agua.
Un milagro cotidiano:
vientos de ligeros a moderados,
borrascas en plena tormenta.
Un milagro cualquiera:
las vacas son vacas.
Otro milagro, quiérase o no:
este huerto y sólo éste,
de esta pepita y sólo de ésta.
Un milagro sin frac ni sombrero de copa:
palomas blancas en desbandada.
Milagro, porque cómo llamarlo si no:
hoy el sol ha salido a las tres catorce
y se pondrá a las veinte cero uno.
Un milagro que no sorprende lo debido:
una mano tiene menos de seis dedos,
pero tiene más de cuatro.
Un milagro, y basta con abrir bien los ojos:
el mundo omnipresente.
Un milagro tan adicional como adicional es todo:
lo impensable
se puede pensar.
Wislawa Szymborska, Paisaje con grano de arena, Lumen, Barcelona, 2005, pp. 169-170.
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