Monos de Tortuguero, Juan Bonilla

lunes, 26 de abril de 2010
MONOS DE TORTUGUERO

Se pasan todo el día bajo el arbusto negro
—creyendo que de él fluye la vida—.
Mascan hojas alucinógenas
que les llenan la mente de amigos invisibles,
fiestas interminables, túneles de colores, globos
que se alzan hasta estrellas
que ignoran los astrónomos más doctos.
Cada uno anda perdido, dedicado a encontrarse
en esos laberintos que se inventan
sintiéndose inmortales, lejos del pobre yo,
de los cuerpos peludos que aparecen
cuando al agua se asoman, impostores.

Por la noche todo es algarabía,
pelean, se persiguen, juegan, saltan,
recién llegados todos de sus mundos,
hasta que la fatiga los arropa
y caen al sueño al fin rendidos.
Cuando durante el día,
están en la labor
de inventarse sus mundos,
sólo despiertan si una barca de turistas
se acerca disparando flashes.
Entonces abandonan sus ensueños y hacen piña
y defiende el territorio del arbusto sacro
del que fluye la vida.

Su método infalible consiste en lo siguiente:
Defecan abundantemente y luego
lanzan como hediondos proyectiles
los excrementos, tan reales,
contra los fascinados turistas, que de vuelta a casa
enseñarán la foto
de un simio muy borracho que les tiró una piedra
de mierda para defender
el palacio invisible de sus sueños.





Juan Bonilla, Cháchara, Renacimiento, Sevilla, 2010, pp. 37-38.

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