Me acuerdo del año pasado,
me acuerdo de mi tristeza junto al fuego.
Si me hubieran preguntado «¿qué es?»,
habría dicho: «Dejadme en paz,
no es nada».
El señor Spitzweg recuerda este poema de Francis Jammes. Estaba en segundo de bachillerato. El profesor había hablado de torpeza voluntaria y luego se puso a explicar el texto. Arnold [Spitzweg] no entendía. Se había quedado meditando sobre ese primer verso extraño. «Nevará dentro de unos días».
Arnold siempre esparaba la nieve. Significaba tantos paseos en trineo con Hélène Necker por las callejas de Kinzheim. A veces se contentaban con deslizarse en una bandeja de aperitivo, cuando el zapatero Apfelbaum le había prestado ya a alguien su pequeño trineo. Por supuesto, uno podía esperar la nieve. Pero ¿preverla? «Nevará dentro de unos días». Era algo casi absurdo oír de pronto esas palabras en el calor-hastío de la clase de la tarde. Un poco mágico también. Luego tuvieron que aprenderse el poema. A Arnold le parece estar oyendo la voz de Hélène, ligera, como sorprendida por un misterio, la voz monocorde y hosca de Wolheber.
El acento alsaciano sube por la Rue Marcadet. Con la frente pegada al cristal, Arnold se pregunta por qué le volverá ese poema ahora, un día apacible de noviembre. El señor Spitzweg no espera ya nada. Nevará dentro de unos días.
me acuerdo de mi tristeza junto al fuego.
Si me hubieran preguntado «¿qué es?»,
habría dicho: «Dejadme en paz,
no es nada».
El señor Spitzweg recuerda este poema de Francis Jammes. Estaba en segundo de bachillerato. El profesor había hablado de torpeza voluntaria y luego se puso a explicar el texto. Arnold [Spitzweg] no entendía. Se había quedado meditando sobre ese primer verso extraño. «Nevará dentro de unos días».
Arnold siempre esparaba la nieve. Significaba tantos paseos en trineo con Hélène Necker por las callejas de Kinzheim. A veces se contentaban con deslizarse en una bandeja de aperitivo, cuando el zapatero Apfelbaum le había prestado ya a alguien su pequeño trineo. Por supuesto, uno podía esperar la nieve. Pero ¿preverla? «Nevará dentro de unos días». Era algo casi absurdo oír de pronto esas palabras en el calor-hastío de la clase de la tarde. Un poco mágico también. Luego tuvieron que aprenderse el poema. A Arnold le parece estar oyendo la voz de Hélène, ligera, como sorprendida por un misterio, la voz monocorde y hosca de Wolheber.
El acento alsaciano sube por la Rue Marcadet. Con la frente pegada al cristal, Arnold se pregunta por qué le volverá ese poema ahora, un día apacible de noviembre. El señor Spitzweg no espera ya nada. Nevará dentro de unos días.
Philippe Delerm, Llovió todo el domingo, Tusquets, Barcelona, 2000, pp. 119-120.
0 comentarios:
Publicar un comentario