CARNAVAL
El hombre disfrazado de regicida se acercó, sacó su pistola de plástico y dio un tiro al hombre disfrazado de rey. Los disfrazados de populacho aplaudieron pero los policías disfrazados abortaron cualquier intento de sublevación. Llevaron al hombre disfrazado de regicida a un inmenso decorado que representaba la corte suprema donde un grupo de hombres disfrazados con sus trajes militares (con sus galones y todo) lo encontraron culpable. La condena a muerte se ejecutaría de manera inmediata. El disfraz del pelotón era impecable, así como el del capitán que, sable en mano, dijo las tres conocidas palabras: preparados, apunten, fuego, esta última con algo más de ímpetu, si cabe. El regicida cayó al suelo y la sangre, bien disfrazada de sangre, manó de su pecho.
Es-to-es-car-na-val, o algo así, vino a decir el fusilado.
Federico Fuertes Guzmán, Los 400 golpes, e.d.a., Benalmádena, 2008, p. 50.
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