[Lo infinitamente despreciable], Jorge Riechmann

martes, 18 de noviembre de 2014


   Una cultura humana viable tendría que enseñarnos a asustarnos de nosotros mismos: a sentir asombro y maravilla y terror ante aquello que el anthropos es capaz de hacer [...]. Deberíamos tener miedo de nuestro amor por la crueldad, de nuestra disposición a la servidumbre voluntaria, de nuestra descomunal potencia tecnológica, de la suma limitación de nuestra racionalidad, de nuestra capacidad de indiferencia, de nuestra tolerancia frente al mal, de nuestro tribalismo, y de nuestra inserción en el fetichismo de la mercancía. Pero, lejos de ello, la cultura dominante es hoy sobre todo marketing, distracción, frivolidad e invitación al infantilismo.
   Asustarnos de nosotros mismos, y no despreciar al otro. El fascismo es el desprecio: lo repetimos —de nuevo con Albert Camus—, y por eso nos tentamos la ropa una y cien veces antes de dejarnos arrastrar por la pasión del desprecio. Y, sin embargo, sabemos que hay algo que siempre y en todo lugar es infinitamente despreciable: la indiferencia ante el dolor del otro.


Jorge Riechmann, Moderar extremistán, Díaz & Pons, Madrid, 2014, pp. 155-156.

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