Anselm Kiefer
Un buey. Un buey con alas. Eso exactamente es lo que soy. Un buey que tiene plantadas en la espalda, entre los hombros, dos alas minúsculas ligeramente más gruesas que dos jorobas. La mayor parte del tiempo las alas están en reposo. Cuando están en movimiento, sólo desplazan un poco de aire, el buey se eleva un milimetro por encima del suelo —pero eso basta para volar, basta de sobra.
Christian Bobin, Autorretrato con radiador, Árdora, Madrid, 2006, p. 23.
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