Cuando las estrellas caen al mar, Troy Ruffels
Los primeros que inventaron, que dieron un nombre a las constelaciones eran narradores. Al trazar una línea imaginaria entre ellas, les confirieron una imagen, una identidad. Se ensartaban las estrellas en esa línea al igual que se van ensartando los acontecimientos en un relato. Imaginar las constelaciones no modificó las estrellas, ni tampoco el negro vacío que las rodea. Lo que cambió fue el modo de leer el cielo nocturno.
John Berger, Y nuestros rostros, mi vida, breves como fotos, Nórdica, Madrid, 2017.
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