Sus coches se detienen paralelos
en la señal de stop
unos pocos segundos, suficientes
para un breve vistazo
con el que descubrir
que el otro conductor es alguien familiar.
Los recuerdos se agolpan.
Como quien encontrase en el bolsillo
de un abrigo olvidado
un billete caduco,
continúan su marcha.
Inma Pelegrín, Óxido, Pre-Textos, Valencia, 2008, página 17.
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