Un avión rompió la noche.
Fue apenas un instante:
aquel lejano resplandor
conquistó el inmediato cielo,
y la melodía de su ruido
envenenó todas las estancias.
Pero pronto el paisaje
retornó a su ritual rutina,
salvo que la luz
huyó todavía más lejos
y el silencio
desenvainó todos sus cuchillos.
Quizás por fin haya llegado
el momento de comprender
que esta, la de ahora,
es la única visión posible de la tierra.
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