A Sabela,
el poema que un día prometí.
Eran aquellas tardes marcadas por el bádminton,
cuando todo era tan ligero
como la pluma que rasgaba el cielo limpio.
Las cuerdas solamente estrangulaban
a un árbol y una farola
simulando una red,
y los únicos golpes que resonaban
eran los de la huidiza pelota de ping-pong
que prefería el suelo y las esquinas
al resto del tablero.
Siempre el viejo radiocasette,
A Rush Of Blood To The Head inundaba el aire,
entonces Coldplay era también otra cosa.
Era aquel bol de palomitas
delante de una peli o del ordenador,
la expedición de salir
a buscar el chocolate a la despensa,
el baile de la silla
con las canciones que se prestaban
a sus singulares coreografías
-como aquella de Oasis-.
Eran las partidas al Trivial en la cocina,
con su reloj de pared siempre adelantado,
augurando verdades en sus manecillas.
Eran aquellos juegos a detectives
-incluyendo el diseño del membrete
y falsas e imposibles biografías-,
los paseos a lo largo del jardín
cuando el sol lamía los árboles
despidiendo la jornada,
y el aire tomaba una huella
de suave y despreocupado olor
a hierba húmeda, que sutilmente arrancaba
las palabras que suelen pudrirse bajo la tierra.
Eran las estrellas
que susurraban una esperanza en su reflejo.
Todo eso fue y se perdió
en los inhóspitos dominios del tiempo,
dejando como único y preciado legado
una imborrable sucesión
de daguerrotipos en la memoria.
Pero nunca será tarde
para seguir coleccionando
futuros recuerdos que compartir,
ya sea alrededor del pájaro y la rana
que decoran el bosque de la galería,
entre torpes cuadros de caza
que se ocultan en el hogar naciente,
o en cualquier otro e imposible lugar del mundo.
1 comentarios:
Mil gracias, es lo mejor que me han regalado con mucha diferencia (y mira que el coche no está nada mal :)
En serio, preciosa biografía de una mejor amistad. Espero que me ayudes a mejorar los torpes cuadros de caza en el hogar naciente ;) Tkm
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