Vino a mí recitando el nevermore
que me asió a las entrañas de la tierra.
Nunca más el abrazo de Lenora.
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[A. R., 1854-1891]
Perdido entre las sábanas, tan blancas,
dirimiendo una fiebre incalculable.
No ser más que la puta de Verlaine.
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[F. P., 1888-1935]
Haciendo deshonor a mi apellido,
fui más verso que hombre, más poeta
que persona en la noche de Lisboa.
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[F. G. L., 1898-1936]
Por la noche de Harlem sobrevuela
este pichón del Turia que te mando,
blanco, igual que los copos del amor.
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[J. C., 1926-1967]
Todo amor es supremo, cuando amar
es caricia del ébano en la plata
y los trenes conducen al ocaso.
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[R. C., 1938-1988]
La niebla desveló crines salvajes
y un nombre calcinado entre sus brumas,
pero su voz resiste tanta noche.
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[J. M., 1943-1971]
El salvaje destino de las sombras
me llevó hasta una guerra singular
donde ruge el metal de los arpegios.
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[J. B., 1966-1997]
Esculpí la palabra Mississippi
y aventuré una senda plateada
de la no-muerte hasta la eternidad.
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[K. C., 1967-1994]
Olor agreste de la adolescencia
y una palabra sucia como pólvora
mojada en el sudor de tu gemido.
José Antonio Arcediano, La verdad del frío, La Garúa Libros, Santa Coloma de Gramanet, 2009, pp. 41-45.
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