Cómo deseo acariciar su cara.
Nadie ha dicho su nombre este verano.
Lo no llorado, no lo llorarás
en el otoño de hojarasca y rosas.
Como ilusiones perdidas,
las olas van llegando, mansas, graves,
y formando palabras que no me dicen más
lo que fue importante y ya no importa.
Como si ella estuviese todavía,
me deslumbra de pronto, violento,
centelleante, el braille de este mar.
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Joan Margarit, Casa de misericordia, Visor, Madrid, 2007, página 117.
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