Un Antikafka más, Julio Cortázar

lunes, 8 de marzo de 2010

UN ANTIKAFKA MÁS

Me apena confesar que todos mis esfuerzos han fracasado, y que después de años de lucha no he conseguido convertirme en un cocodrilo.

He agotado gota a gota las tentativas más diversas, procediendo con una paciencia de lentas patas y ojos disimulados, asomando apenas sobre el fangoso discurrir del tiempo. Al principio no me parecía demasiado imposible, iba a la orilla del río y abría la boca como si quisiera tragarme el sol. Pasaban las horas, pero el tradicional pajarillo que monda los dientes del cocodrilo no revoloteaba sobre mí. Harto de esperanza inútil me resignaba y me volvía con la cabeza gacha, como jamás hubiera vuelto un cocodrilo.

Llegué incluso a vencer mi horror al agua, esperando que la metamorfosis se cumpliera alguna vez en el elemento natural de los saurios (¡dulce nombre!). No faltarán testigos de mi tesón, enormes escarabajos negros y enloquecidas mariposas tropicales pueden dar crédito de mi ingenio, de mi lenta perseverancia en no ahogarme mientras boca arriba me aguantaba un estúpido desfile de nubes y aviones supersónicos. ¿Quién podría desmentir tanta esperanza activa y obstinada, tantas provocaciones a la rutina genética? Ni siquiera hoy, viejo y cansado, acepto la derrota. Al atardecer me asomo a los cañadones y allí, entre los juncos, acecho el paso de los cervatillos. Quizá si me abalanzara sobre uno de ellos me transformaría inmediatamente en un caimán, ¡ah el crujido de los tiernos huesos entre las multiplicaciones de mis dientes!

Pero ni siquiera hay cervatillos, empieza a hacer frío, debo volver a mi nido donde me espera indignada mi esposa; ya se sabe lo que son las lechuzas, su intemperante temperamento, el chirrido de su cólera que exalta los cementerios y echa a andar las cosas muertas, las interminables recriminaciones.


Julio Cortázar, Territorios, Siglo XXI, Madrid, 2009, páginas 95-96.

0 comentarios: