LA TORRE DE MARFIL
Si uno construye en un momento determinado de su vida su torre de marfil, lo mejor que puede hacer, a continuación, es dinamitarla. Es fácil caer en la ilusión de ponerse a salvo en el interior de la torre. Pero a tales alturas la atmósfera es fría y sus habitantes corren el riesgo de que su espíritu quede pronto congelado. Es preferible el calor de la tierra, aunque a veces queme. O, más precisamente: porque a veces quema.
Rafael Argullol, El cazador de instantes, Acantilado, Barcelona, 2007, página 33.
Rafael Argullol, El cazador de instantes, Acantilado, Barcelona, 2007, página 33.
2 comentarios:
Pensó el borrador ponerse a salvo, pasarse a un impoluto y estirado papel blanco. Pero, a tiempo, se dio cuenta de que aquello era frío y definitivo... como la muerte. Prefirió seguir siendo el borrador en el que aún se sigue anotando una idea, pergeñando un esquema o las notas de una canción que no para de sonar en la cabeza. Prefirió la quemazón de lo no terminado, de lo revisable... prefirió seguir vivo.
Qué gran confluencia de los dos microrrelatos.
Apoyo esta decisión del borrador. Hay algo que se muere cada vez que intentamos huir de nosotros mismos.
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