Erosión, Eien Iwahashi
(...) ¿Por qué la «voluntad general» se pondría de manifiesto en una mayoría numérica? Rousseau no logra aclarar este punto, y por lo tanto, solo en las revueltas históricas, minoritarias pero localizadas, unificadas e intensas, tiene sentido hablar de una expresión de la voluntad general.
Lo que ocurre, que Rousseau denomina «expresión de la voluntad general», yo lo llamaría por otro nombre filosófico: la emergencia de una verdad, en determinadas circunstancias, de una verdad política. Esta verdad reside en el propio ser del pueblo, en eso respecto de lo que la gente es capaz de acción e ideas. Esta verdad surge en las lindes de la revuelta histórica que la arranca de las leyes del mundo (en nuestro caso arranca de la presión del deseo de Occidente) con la forma de un nuevo posible antes ignorado. Y la afirmación (después, como veremos, organización) de este nuevo posible político se presenta bajo una forma explícitamente autoritaria, la autoridad de la verdad, la autoridad de la razón. Autoritaria en sentido estricto puesto que, al menos en principio, que existe en la revuelta histórica un derecho absoluto es algo que nadie puede desconocer públicamente. Y es precisamente este elemento dictatorial lo que a todos entusiasma tanto como la demostración de un teorema, como una brillante obra de arte o una pasión amorosa por fin declarada, todas estas cosas respecto de las que ninguna opinión puede contradecir la ley absoluta.
Alain Badiou, El despertar de la historia, Clave Intelectual, Madrid, 2012, pp. 84-85.
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