Gargantas de odio, Miguel Menassa
EL CAMPO DE CONCENTRACIÓN
El país entró en guerra. Fue una contienda larga y cruel. Defendiendo su país combatieron en ella, forzados por las circunstancias, dos jóvenes. Al final de la guerra, durante dos años fueron prisioneros en un campo de concentración. Cuando fueron liberados, cada uno reemprendió su vida en un lugar diferente de su país. Pasaron diez años y un día se encontraron.
—¿Qué tal estás, amigo mío? —preguntó uno de los amigos al otro.
—Estoy bien, pero no he podido olvidar todo lo que pasamos. ¿Y tú?
—Nunca se olvida una cosa así, pero ya lo he superado.
—Yo no. Sigo lleno de odio hacia nuestros carceleros. No hay día en que no les odie con toda la fuerza de mi ser.
—¡Oh, amigo mío! Lo malo no es sólo los dos años que estuviste en el campo de concentración, sino los otros diez que has seguido preso.
El país entró en guerra. Fue una contienda larga y cruel. Defendiendo su país combatieron en ella, forzados por las circunstancias, dos jóvenes. Al final de la guerra, durante dos años fueron prisioneros en un campo de concentración. Cuando fueron liberados, cada uno reemprendió su vida en un lugar diferente de su país. Pasaron diez años y un día se encontraron.
—¿Qué tal estás, amigo mío? —preguntó uno de los amigos al otro.
—Estoy bien, pero no he podido olvidar todo lo que pasamos. ¿Y tú?
—Nunca se olvida una cosa así, pero ya lo he superado.
—Yo no. Sigo lleno de odio hacia nuestros carceleros. No hay día en que no les odie con toda la fuerza de mi ser.
—¡Oh, amigo mío! Lo malo no es sólo los dos años que estuviste en el campo de concentración, sino los otros diez que has seguido preso.
Ramiro Calle, Cuentos espirituales de Oriente, Sirio, Málaga, 2005, p. 112.
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