[Desde que estoy en América...], Peter Handke

viernes, 26 de octubre de 2012

Recuerdo de un viaje, René Magritte



—Desde que estoy en América me acuerdo cada vez más de las cosas —dije, cuando se quedó callada—. Me basta pisar una escalera mecánica para acordarme en seguida del miedo que tenía cuando pisé por primera vez una escalera mecánica. Si llego a un callejón sin salida, me acuerdo inmediatamente de todos los callejones sin salida olvidados en que me he perdido en mi vida. Sobre todo, aquí me resulta evidente por qué carezco de capacidad para recordar todo lo que no sea una situación angustiosa. Nunca tuve nada con lo que pudiera comparar lo que veía diariamente. Todas mis impresiones eran repeticiones de impresiones ya conocidas. Con eso no quiero decir sólo que viajaba poco, sino también que veía a pocas personas que vivieran distintas de las mías. (…) Y esos sueños, en el ambiente en que yo vivía, eran verdaderas fantasías, porque no había nada que correspondiese a ellos, nada comparable que pudiera hacerlos posibles. Por eso mis sueños y mi ambiente nunca han sido muy conscientes en mí, y la consecuencia es que no me acuerdo de ellos. Sólo los momentos de miedo los recuerdo inmediatamente, porque en ellos el ambiente y los sueños, que normalmente carecían de relación entre sí, se convertían súbitamente en una misma cosa. El ambiente creaba el sueño, que a su vez me hacía ver de pronto con claridad ese ambiente sobre el que de otro modo sólo hubiera fantaseado. Por eso mis miedos eran siempre para mí procesos de conocimiento, y sólo cuando sentía miedo prestaba atención al ambiente, buscando signos de que se acercara algo mejor o peor aún, y luego me acordaba de ello. No obstante, esa clase de recuerdos sólo los sufro; nunca he aprendido a provocarlos. Si alguna vez tuve momentos de esperanza, los he olvidado todos.



Peter Handke, Carta breve para un largo adiós, Alianza, Madrid, 1984, pp. 57-58.

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