La esperanza se muere la última, Kasia Derwinska
Cuando la enfermedad está ganando la partida, es crucial volver a ver a la persona, volver a escuchar y redescubrir su historia individual, sus logros, sus esperanzas y sus temores —volver a empezar, como lo hace Frank Auerbach: retirar la pintura de la tela, hacer un nuevo retrato del sujeto—, algo que trascienda la enfermedad y la deje atrás. Al hacerlo, puede apartarse el tiempo del espíritu humano individual del tiempo de la enfermedad. El tiempo de la enfermedad es determinista e inexorable, pero el tiempo de la persona sigue siendo suyo y depende de la profundidad y la intensidad, tanto como de la duración.
En realidad estamos siempre entre dos tiempos; el del cuerpo y el de la conciencia. De ahí la distinción que se hace en todas las culturas entre cuerpo y alma. El alma es, por sobre todas las cosas, el lugar de otro tiempo.
Iona Heath, Ayudar a morir, Katz, Madrid, 2008, pp. 112-113.
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