Evocación, Odilon Redon
Para Yaxkin Melchy
Caminamos sobre pupilas muertas Caminamos en la misma noche que es la misma noche
desde hace varios años en la ciudad de méxico
y la boca se nos llena de peces voladores
y animales invisibles pero gigantes
Nos perdemos en el cuerpo putrefacto de la ciudad
Nuestros peces se estrellarán contra edificios androides
que un día despertarán
miraremos sus ojos/ventanas de luciérnagas
de hombres luciérnagas de mesas luciérnagas
de papeles luciérnagas de oficinistas luciérnagas
Nosotros seguimos caminando
somos el suspiro de un fantasma de seis metros que mete
su lengua por nuestros oídos que nos mete el dedo por
la nariz para rasparnos el cerebro y nos lame y peina a su
gusto un fantasma viejo que recorre los nuevos años por
la ciudad de méxico que nos hace volver a nuestras casas
a pie y por el camino más largo de sentir el próximo poe-
ma de creer que la vida es una hoja seca olvidada por el
otoño y tener unas ganas incontrolables de pisarla hasta
terminar con la suela de nuestra bota
Un asteroide perdido en mis pupilas
en más de cien millones de pupilas
un fantasma que poco a poco nos raspa el cerebro
edificios androides que un día despertarán
zombies caminando por las mismas noches
desde hace muchas noches
pero ahora peces vuelan de nuestros labios
estampidas de animales invisibles y gigantes
sobre asteroides enloquecidos
de nuestra boca nacen constelaciones que son laberintos
donde se pierde el tiempo
de nuestra boca nacen poetas salvajes
como bombas de otros ritmos que explotarán sobre tus
pasos
Los poetas salvajes miles de relámpagos que cayeron a la
tierra y su reflejo aún lo sueñan aves desconocidas
Los poetas salvajes disparamos un revolver futurista que
se mira al espejo y se multiplica al infinito
Los poetas salvajes alaridos del dirigible que se robará al
mundo la madrugada que los edificios tiemblen y se des-
prendan del suelo para sacudirse el polvo de los hombres
Porque ya es inevitable mirarse las manos y no encontrar
las rutas del fantasma que camina en nuestro cuerpo
Porque tenemos un asteroide desesperado en las pupilas
y un acróbata en ellas vigila el universo
Gerardo Grande, La edad atómica, La Bella Varsovia, Córdoba, 2014, pp. 19-20.
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