Te desvanecerás como humo (Bertolt Brecht, "Balada del soldado"), Gerda Kazakou
La demencia preexiste a lo senil. El anciano que seremos está ya impreso en el joven que fuimos. Si llego a abuelo, me pregunto cuál de todas mis manías hará reír a mi nieto, y si mi nieto se asustará como me asusto yo ahora al descubrir esa estupidez que suponía propia de un viejo chocho en una foto de mis veinte años. Nos resignamos a parecer ridículos en nuestro acto final, pero no soportaríamos la certeza de que no es la edad ni las arrugas las que nos hacen ridículos, sino que la ridiculez estaba ya en nosotros, que nos ha acompañado desde siempre. No debería reconocer ni un solo gesto de mi abuelo en el soldado del retrato y, sin embargo, reconozco demasiadas cosas. Deberían ser personas diferentes, pero son la misma. Mi abuelo estaba ya en el cuerpo de aquel joven, asomando en el bulto de la camisa desabrochada y remangada, como el anciano que seré se despereza en el joven que aún soy, burlándose de mí a través de esta postal que mi abuelo no envió. Me duelen los huesos del reuma que aún no tengo. Se me emborronan los ojos de las cataratas que no me ciegan todavía. Tengo hambre de la sal que el médico aún no me ha prohibido.
Sergio del Molino, Lo que a nadie importa, Mondadori, Barcelona, 2014, pp. 69-70.
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