Media luna sobre el mar, Emil Nolde
El poblado y la ciudad se extendían hieráticos bajo una blanca e indómita luz de luna. Hubiera preferido quedarme callada y no estropearlo con palabras, pero dije algo sobre lo hermoso que era aquello. Entonces me miró con una sonrisita llena de amargura. Miró hacia la luna y luego hacia mí y dijo con una voz tremendamente cansada: «Los seres humanos sienten debilidad por la luz de la luna. No los ciega. No los abrasa».
Entonces caminamos en silencio un buen rato. Al despedirnos me dijo: «Nada crece a la luz de la luna».
Entonces caminamos en silencio un buen rato. Al despedirnos me dijo: «Nada crece a la luz de la luna».
Torborg Nedreaas, Nada crece a la luz de la luna, Errata Naturae, Madrid, 2016, p. 177.
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