Fluir, Masao Yamamoto
Pero lo que el lenguaje de los
hombres expresa con tanta torpeza se puede comprender de inmediato en una
ecuación de una concisión y de una simplicidad tales que ocultan la toxicidad de
la misma. Puesto que mucho antes de tomar la forma de las desigualdades
matemáticas a las que debe su incomparable belleza, el principio consistió
primero en su convicción de que nunca llegaremos al fondo de las cosas, no en
virtud de una maldición o de la debilidad de nuestras facultades, sino por la razón
definitiva y radical que, justo antes de despedirse de mí, la joven profesora,
tendida hacia mí por encima de la mesa que me protege de su furor y de su
indignación, me revela en ese instante: porque las cosas no tienen fondo.
Jerôme Ferrari, El principio, Random House, Barcelona, 2016, p. 34.
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