Hombre desolado, Douglas da Nóbrega
EL BAR
Uno se agarra a lo que puede.
Hoy, por acariciar en la memoria tu rostro,
he venido al bar de nuestra primera cita.
Tenía el mismo turno la camarera,
y pasó; no llevando unos vasos,
portaba tu recuerdo. No supe
qué licor pedir que me emborrachara más.
Temblándome la mano, te nombré.
Pero respondió: —No nos queda de eso.
Antonio Rivero Taravillo, El bosque sin regreso, La Isla de Siltolá, Sevilla, 2016, p. 59.
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