Bosque con claro iluminado al fondo, Egon Schiele
EL SILENCIO DE LAS PLANTAS
La relación unilateral entre vosotras y yo
no va mal del todo.
Sé qué es una hoja, un pétalo, una espiga, una piña, un tallo
y qué os pasa en abril y en diciembre.
Aunque mi curiosidad no es correspondida,
sobre algunas me inclino con especial atención,
y ante otras levanto la cabeza.
Tengo nombres para vosotras:
arce, cardo, narciso, brezo,
enebro, muérdago, nomeolvides,
y vosotras no tenéis ninguno para mí.
Hacemos el viaje juntas.
Y durante los viajes, se habla, ¿no?
Se intercambian algunas opiniones al menos sobre el tiempo
o sobre las estaciones que pasan volando.
No faltarían temas porque nos unen muchas cosas.
La misma estrella nos tiene a su alcance.
Proyectamos sombra según las mismas leyes.
Intentamos saber cosas cada una a su manera
y en lo que no sabemos también hay semejanza.
Lo aclararé como pueda, preguntadme y ya está:
qué es mirar a los ojos,
para qué me late el corazón
o por qué mi cuerpo no echa raíces.
Pero cómo contestar a preguntas nunca hechas,
si, además, una es
para vosotras tan nadie.
Musgos, bosques, prados y juncales,
todo lo que os digo es un monólogo
y las que escucháis no sois vosotras.
La conversación con vosotras es necesaria e imposible.
Urgente es una vida apresurada
y aplazada hasta nunca.
Wisława Szymborska, El gran número; Fin y principio y otros poemas, Hiperión, Madrid, 2009 (1998), pp. 98-99.
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