Clavos oxidados, Karen Brockney
Un alemán llevaba un montón de clavos en el bolsillo. Buenos clavos, hierro grueso y con una longitud de tres pulgadas al menos, aunque ya estaban oxidados. No eran recientes. Entre tantas cosas que pudiera haber traído consigo, uno se pregunta por qué éste cogió de su casa precisamente un puñado de clavos. Acaso fuera carpintero y dejara a mitad de montar una mesa. No se puede dejar trabajo pendiente cuando empieza una guerra. Imaginároslo al despedirse, dejando el suelo lleno de tablones de madera y a su mujer llorando con el martillo en la mano. Muchos siguen soñando con el regreso y se aferran a unos clavos para simular que la vida seguirá siendo la misma cuando todo esto acabe.
Jesús Zomeño, "El coleccionista", Piedras negras, Lengua de Trapo, Madrid, 2013, pp. 15-16.
2 comentarios:
Gracias por la cita. Jesús Zomeño
Gracias a ti, Jesús, por Piedras negras, un libro excelente: aún no lo he terminado, pero, por lo leído hasta ahora, contiene los mejores cuentos que me he encontrado en un tiempo.
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