No nos sentamos, nos quedamos junto a la barra, esperando a Mocellini a pie firme. Y a todas las demás sombras del pasado. Louki, si estaba conmigo, no le tenía miedo a nada. No hay mejor sistema para que se desvanezcan los fantasmas que mirarles a los ojos.
Patrick Modiano, En el café de la juventud perdida, Anagrama, Barcelona, 2009, p. 105.
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